Me ilumina la "Sinfonía 'Le Matin'"
Poco a poco la máquina del día,
con su crescendo añil en los violines,
va ensamblándolo todo mientras duermen
los hijos en sus camas. Los oigo respirar
a la vez que los cuernos y las flautas
del primer movimiento de la sexta de Haydn
va excavándome dentro la luz de la mañana.
Sobre el cristal del mundo,
Dios afina el perfil de las torres antiguas,
equilibra las rosas con los verdes profundos
del pincel de los cedros,
y echa a rodar al sol, generoso y quemante,
como un gran monociclo por la cuesta del cielo.
Pero lo álgido es la segunda mitad, con la sorpresa del cuarto verso del tercer cuarteto, del poema final "Stat Crux dum volvitur orbis", que doy entero porque es irrompible:
Así pasan las nubes y los surcos
de espuma —sobre azul— de los aviones,
y así pasan la lluvia, la semilla,
y el sol que se suicida cada tarde...
Todo sobre esta cruz que nunca es otra.
Siempre es la misma cruz, la del Calvario,
caminos que coinciden en el punto
de Jesús, llaga abierta al infinito.
Cruz trazada de piel sobre mi carne
el día que otras manos me llevaban,
con crismas, con velones, al naufragio
de lo mortal en aguas del bautismo.
Todo pasa, Señor, mas tu cruz sigue
apuntalando el mundo cada tarde.
Y eres faro marcando mi destino...
Cruz, descanso sabroso de mi vida.
1 comentario:
Qué bueno Lutgardo. Qué sencillo, que hermoso, que verdadero...
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