miércoles, 8 de marzo de 2017
Carmen se apunta a los finales infelices
Además, la niña tiene el don de la aliteración: la gota glotona.
Lo de que la gota sea perfecta me ha recordado a su madre, a la de Carmen, no a la de la gota. Ayer iba a la adoración perpetua al Santísimo a la que se ha apuntado por su cuenta y riesgo. Me pidió un libro para rezar y a mí, con la felicidad y la guasa, no se me ocurrió más que darle éste:
A Leonor no le hizo tanta gracia. Lo traigo aquí por si a vosotros sí y me consuelo.
Si no, ya me consuelo recordando esto que nos acaba de pasar. Abro un coco para la merienda, en plan exótico, porque alguien nos lo ha regalado. Y los niños lo prueban. Quique, que me está ayudando con el martillo, dice: "¡Está buenísimo! ¡No sabe a nada!" Demuestra o bien mucho optimismo o bien unas expectativas terribles o ambas cosas a la vez, como su padre. Carmen, que llega más tarde a la cocina y no ha oído a su hermano, dice: "¡No sabe a nada! ¡Está malísimo!" Demuestra un alto nivel de exigencia, como su madre.
Aunque hoy soy inmune al desconsuelo: han hecho esta lectura hondísima de Un largo etcétera y un autor no puede pedir más. En lo que respecta a este libro, ya puedo morirme en paz.
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