domingo, 31 de marzo de 2019
Juan 4, 40-42
Siempre funciona abrir el evangelio al azar y ver que quiere Dios decirte, aunque el azar y Dios son agua y aceite o, mejor dicho, precisamente por eso. Pero incluso dejando de lado el providencialismo, eso funciona porque el Evangelio siempre tiene algo que decirte, en cada línea.
A veces, con todo, asombra. Llego a hacer un curso de retiro de un fin de semana breve. Un poco escéptico sobre mis posibilidades reales de cambio interior. Abro el Evangelio para empezar a hablar. Y, pum, el pasaje en que los samaritanos piden a Jesús que se quede con ellos, y se quedó dos días. DOS DÍAS. Y se convirtieron muchos y le decían a la samaritana que ya no era por su palabra, sino por lo que habían visto y vivido.
Más allá del retiro, una lección para valorar dos días, que pueden ser una vida.
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