jueves, 5 de febrero de 2009

Llorando, sí

Lo cuenta Rafael García Serrano en el vibrante Diccionario para un macuto [Editora Nacional, Madrid, 1964, p. 585]:
En Tudela de Navarra, imponían una Medalla al Mérito individual a un esforzado hijo de aquella ciudad. Presidía el acto el general Millán Astray y, como es natural, allí estaban todas las autoridades, civiles, militares y eclesiásticas, además del padre del voluntario condecorado, que era un tipo famoso por su entereza y vocabulario. Alguien gritó, llevado de su entusiasmo:
—¡Que hable "el Pite"!
"El Pite" era el padre. Millán lo empujó a primer término. "El Pite" estaba lloroso y no podía arrancar. Eso asombró a uno de sus paisanos que, sin contenerse, lo manifestó en voz alta:
—¡Andá, si "el Pite" está llorando...!
A lo cual respondió el viejo con dignidad varonil:
—Llorando, sí, pero con muchos cojones...

Ni que decir tiene que "el Pite" nos dio de paso una lección magistral de poética.

4 comentarios:

José Miguel Ridao dijo...

Muy buena la anécdota. En esa época había que echarle cojones hasta para llorar. Manda...

Néstor dijo...

Solo hay una cosa que me impresione más que un hombre llorando: un hombre llorando con dignidad.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Me tomo tu comentario final a ese llanto como una declaración verdadera de poética. Eso es auténtica poesía.

E. G-Máiquez dijo...

Qué bien, JCL. que estemos de acuerdo. Yo lo veo una poética como la copa de un pino.