viernes, 3 de abril de 2009

El misterioso caso del cura ubicuo

Uno protesta de cuánto Chesterton ocupa los escaparates de las librerías y, sin embargo, a las primeras de cambio, no hace otra cosa que echar de menos al padre Brown. Él podría resolver el misterioso caso del famoso cura ubicuo.

Se habrán fijado ustedes. No hay heterodoxia a la que amigos, conocidos o saludados no se apunten que deje de tener todas las bendiciones de —aseveran— “un cura que yo conozco”. Según ese cura que yo jamás me he encontrado pero por lo visto tan conocido, unos amigos nuestros se consideraban dispensados de cumplir la abstinencia de los viernes de cuaresma, residuo de los siglos oscuros, explicaban, mientras le daban al jamón que luego pagaríamos entre todos. Y eso es sólo un botón de muestra. Ese cura afirma que, si hay amor, las relaciones prematrimoniales, por supuesto; que los anticonceptivos, si hay amor, valen; que los divorcios, si no hay amor, vaya, y si hay otro amor, pues claro, qué remedio. El tan amoroso clérigo ubicuo está también —me lo han contado— a favor de la fecundación in vitro, del aborto en casos puntuales, de relativizar hasta extremos anonadantes el precepto dominical, y en contra del dogma de la infalibilidad, aunque él, según creen quienes le conocen, no se equivoca nunca.

Pero ese cura archiconocido, ¿existe? ¿O se lo han inventado entre unos y otros? Tal vez no se lo hayan inventado, pero lo han rebuscado, como hace el diario El País con sus teólogos (y últimamente con sus científicos). Después de revolver por todas las sacristías de España, alguno habrá dado con alguno que le habrá dicho, o sólo a medias, o un cuarto de mitad, lo que quería; y así ha calmado su conciencia, que no calificaré de inquieta, aunque no encuentre asiento. Después la voz se ha ido corriendo y “un cura que yo conozco” es, en realidad, “el cura que parece que conoce uno que conoce un conocido mío de oídas”. En cualquier caso, no me extraña: con lo que charla el hipotético cura es lógico que no haya tenido tiempo de hojear el Catecismo de la Iglesia Católica, ni tan siquiera el Compendio.

El padre Brown, más optimista que yo, no se habría creído de esa misa la media. En “La cruz azul” desenmascara a un falso sacerdote porque habla mal de la razón y la ciencia. El padre Brown desconfiaría, con razón, de la autenticidad de alguien que ha entregado su vida por una doctrina y una fe que luego destroza. Y realmente es raro.

24 comentarios:

Juan Antonio González Romano dijo...

Pues me temo que el cura ubicuo les da clases de religión a mis hijas mayores en su instituto. Allí afirma cosas como que la virginidad de María es algo meramente espiritual o que los milagros no existen, que todos los hechos de la vida de Cristo presuntamente milagrosos poseen una explicación racional. Y así en muchas otras cosas. Y desde que está ete cura, el número de matriculados en Religión en el instituto ha aumentado notablemente. Ah, también será porque se los lleva de excursión a Isla Mágica, tal vez.
Un abrazo.

E. G-Máiquez dijo...

Al menos es una pista... Muchas gracias, Glez. Romano. Habrá que seguir, qué remedio, investigando.

Ignacio dijo...

Siempre me han llamado la atención esas laboriosas refutaciones de los sucesos que se llaman milagros en los libros sagrados. Que si un eclipse, que si catalepsia... qué trabajera y qué complicación. ¿No es más sencillo, más acorde con un espíritu escéptico, concluir que el narrador miente?

E. G-Máiquez dijo...

O miente o no miente, en efecto, Ignacio.

Jesús dijo...

Genial, amigo Enrique.
Sin ánimo de polemizar: algún cura hay -íntimo amigo mío- que disiente racionalmente -sin ánimo de ir de progre ni de nada, sino con el corazón y el cerebro en la mano, hijo amante de la Madre Iglesia- de algún punto concreto de la doctrina moral de la Iglesia. Vease, temas -sin entrar en detalles- homosexualidad y condón. También yo -lo siento- soy un disentiente en ciertos detalles de esas cuestiones.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Ese cura existe, amigo Enrique, existe de verdad.

Se pueden contar aquí anécdotas, pero serían delirantes, por no llamarlas de otra forma.

Existen, y no es cierto que todos tengamos a uno, pero que a lo largo de nuestra vida, de vez en cuando aparece uno, sí.

Y la verdad, ni son curas, ni na de na.

Un fuerte abrazo.

Antonio Javier Sánchez Risueño dijo...

Pues yo conocía otro cura. Aquel que le recordaba a niños de 12 ó 13 años que ver una tetilla en TV y consentir con cierto placer tamaña imagen de depravación te condenaba a las eternas penas del infierno. El cura que nunca me habló de los pobres ni de los explotados ni de las estructuras socio-económicas que esclavizan al hombre (y no esperaba un teólogo de la liberación, no es eso, sólo que junto a la Veritatis Splendor se comentase la Sollicitudo Rei Socialis o la Populorum Progressio). Sí, ese cura que presiona a preadolescentes con la inenarrable ayuda de universitarios veinteañeros que pasan por ser tus "preceptores" en cuestiones educativas. El cura que te puede insultar y despreciar porque cree que está haciendo una encomiable tarea de proselitismo ¡Oh, aquella doctrina tan gratificante! Faltaste un día o dos a Misa, estás en grave pecado mortal, cualquier acto generoso, desprendido, inspirado en el amor, que realices sin arrepentirte de tu pecado y confesarlo carece de valor a los ojos de Dios. No quiero cansar. Alguno dirá que esto es resentimiento. Sólo digo que soy católico, fiel a Roma y a cuanto forma parte de su magisterio infalible. Pero ¡hombre! pongamos las cosas en su sitio.

E. G-Máiquez dijo...

Antonio, parece que el cura que tú conoces no te resulta ni misterioso ni ubicuo. Lo de las tetillas te digo que no se lo tomaría tan a la tremenda, hombre. La confesión lo relativiza todo, como seguro que te diría. Y hablando de tetillas, oye, a lo mejor sí que te habló de los pobres y hasta predicó con el ejemplo, pero entonces uno está más pendiente de otras cosas, naturalmente. Y por otra parte, ¿cuánto le deberás a ese cura y a esos preceptores educativos de tu encomiable catolicismo, fiel a Roma y a su infalible magisterio, Laus Deo?

batiscafo dijo...

¡Qué disfrute! Gracias

AFD dijo...

"que los divorcios, si no hay amor, vaya, y si hay otro amor, pues claro, qué remedio."

Enrique, ahora sí me has hecho reír en alto. Con un poco más de cuerpo seguro puedes incluir tu entrada en una edición del Padre Brown.

Alfredo

Adaldrida dijo...

¡Genial, genial y genial!
Risueño, qué mala suerte tuviste. Yo debo ser ciega o que tengo un lirio en la mano, pero los curas proselitistas jamás me insultaron e incluso si yo ponía cierto énfasis en la confesión me contestaban "no te acuses con tanta saña, que ya estás perdonada (por Dios)"...

Anónimo dijo...

Ja, ja, tienes mucha razón. Yo al cura ubícuo sólo le conozco de oidas. Es como las meigas.

"los anticonceptivos, si hay amor, valen." y si no hay amor nada soy. Dios mío, qué será eso del amor.

Yo ubico un cura que nos dijo en mitad de la misa que comulgar en la boca es un insulto al sacerdote porque se le saca la lengua. ¿? De todo hay en la viña. A mi, de natural rebelde, me dió de comulgar en la lengua. Faltaría plus!. Como si yo, a estas alturas, tuviera que hacer caso a los curas.

Antonio Javier Sánchez Risueño dijo...

¿Qué tal Enrique? Sigo con frecuencia tu blog y me disgusta que la primera vez que participo con un comentario sea para polemizar, yo que tiendo a la mansedumbre y a un cierto eclecticismo. Bueno, escribía la entrada con el timbre del inicio de clase zumbándome en los oídos y la cosa salió, tras releerla, demasiado vehemente y agresiva. Aun así, lo lamento pero no puedo retractarme globalmente de cuanto dije y sólo la intervención de Adaldrida me obliga a comentar ciertos asuntos que por escabrosos y procaces no me gustaría tratar, pero ahí va. A mi con 13 años me llama gilipollas un cura de X (sigamos la costumbre trapilliesca) por no querer asistir a la Misa que cada miércoles se celebraba. Luego me dice que si tengo huevos de hablar con él en privado en su despacho. Allá que voy yo y el sujeto me suelta que mi problema es que me masturbo con frenética reiteración. Yo, un niño de 13 años o menos (no olvidemos el detalle) pongo cara de extrañeza: ¿¿¿Qué...??? Y aquel santo varón dice que (por si no lo entiendo) que es que yo me mato a pajas ¿Qué sabía ese señor de mi vida? ¿Qué derecho tenía para hablarle así a un niño? Quiero aclarar que el lenguaje obsceno que he empleado es una fiel reproducción de sus palabras. Luego ya no recuerdo si me dijo que mi corazón era un abismo de inmundicia o algo por el estilo. No lo puedo asegurar. Hace tanto tiempo que no sé si este último comentario lo habrá fraguado mi fantasía. Bueno, vamos a dejarlo aquí, aunque creo que esto le aclarará las cosas a Adaldrida.
Por último. Yo fui un ateo beligerante y dogmático de los 12 a los 20 años. Esa formación tan apreciada del centro X hizo surgir en mí un auténtico odio y repugnancia hacia todo lo que pudiera oler a catolicismo. Si hoy, aunque indigno, llevo el nombre de cristiano se lo deba a la bendita mujer que Dios puso en mi vida, mujer de conciencia recta y corazón generoso que nada, absolutamente nada, tiene que ver con X. Y su labor han hecho también órdenes tradicionales de la Iglesia: carmelitas o trapenses. De X prefiero no volver a saber nada.
Enrique, no quería dejar de señalar que te admiro y aprecio, y que basta seguir tu blog para notar tu generosidad y bonhomía. Otra vez escribo con prisas. Espero que la cosa sea inteligible. Un abrazo.

E. G-Máiquez dijo...

Muchas gracias, Antonio. Yo también sigo con frecuencia tus entradas en La Taberna del fin del mundo. Todo es mutuo. Siento mucho lo que cuentas, y me alegro lo indecible de que tu mujer (¡oh, nuestras mujeres!) recondujese la cuestión y, de paso, subsanase los fallos de X, o al menos, restañase los daños y perjuicios. Dios se lo pague. Y a los carmelitas y trapenses.

Antonio Javier Sánchez Risueño dijo...

Creo que voy a ganar fama de cargante, pero me queda una cosita que cosquillea mi conciencia. Procuro tener presente el precepto del Señor según el cual no debemos juzgar. No podemos sino ser parciales. Así estamos hechos. Quiero evitar reduccionismos y unilateralidades. Yo en X he conocido también personas de una calidad humana y profesional excelente (las tengo en mi pensamiento, especialmente una, y quien me conozca sabrá a quien me refiero). No coincido con la visión ético-religiosa de X en muchos aspectos, pero aún así la mayoría de los curas que he conocido han respetado la integridad de mi conciencia. He tenido otros encontronazos y sinsabores (no lo puedo negar), pero pidamos al Señor, rico en misericordia, que nos perdone a todos por nuestras faltas, pecados y debilidades. A mí el primero. Asunto zanjado y un fuerte abrazo a todos. Ah, Adaldrida, espero no haber sido descortes en mi respuesta. Adiós.

E. G-Máiquez dijo...

Nada cargante. Muchas gracias.

Outsider friar dijo...

El cura no es ubicuo. Simplemente que haberlos los hay. Pero, aun habiéndolos, son relativamente pocos. Lo que no tiene perdón de Dios (es un decir) es que gente hecha y derecha necesite apelar al cura excepcional para hacer lo que le dé la real gana. Quien calma así su conciencia o la valora poco o no la calma más que de puertas afuera.

E. G-Máiquez dijo...

Qué gran comentario, Outsider friar. No puedo estar más de acuerdo. Eso es, literalmente, resolver el misterioso caso del cura ubicuo de un plumazo. Muchas gracias.

Alejandro Martín dijo...

A lo mejor el padre Brown debería contar con la posibilidad de que ese hombre no haya entregado su vida a una doctrina, sino a la persona de Cristo.

Adaldrida dijo...

Antonio Javier, por supuesto no has sido descortés con tu comentario. Qué horror de cura X, vaya agresividad. Yo sólo lamento que todas las malas experiencias las hayan sufrido amigos o conocidos míos... (y me alegro de no haberlas sufrido yo, claro...)

E. G-Máiquez dijo...

Eso por descontado, Alejandro. Y descontando que yo no vine a hablar del cura ubicuo, al que yo no conozco, sino de sus conocidos, en la línea del comentario de Outsider friar. Pero, ya puestos a seguir a la persona de Cristo en la Iglesia Católica, hay que tener en cuenta aquello que dijo el mismo Cristo: "Tú eres Pedro", lo de "sobre esta Roca", y lo de atar y desatar. ¿No?

Alejandro Martín dijo...

Claro, Enrique. Pero debe ser duro oír la llamada de la vocación y no seguirla porque tu conciencia y el magisterio están a la gresca, ¿no?

En todo caso, que conste que me ha encantado tu entrada. Y la contra-entrada de Antonio Javier, también, para completarla.

En cuanto a lo de Pedro, atar-desatar, etc., es decir, la cuestión de lo literal y lo metafórico en la Escritura es un interesante tema que convendría tratar en una entrada propia. Por ejemplo, ¿por qué consideramos literal lo de la Pedro y la piedra de la Iglesia, pero metafórico lo de "si tu mano derecha te es ocasión de pecado..."? Dejaremos este asunto peliagudo para otra ocasión.

Enrique Monasterio dijo...

No soy yo el cura ubicuo, pero copiaré este artículo y lo pegaré en mi blog. Con permiso.

E. G-Máiquez dijo...

Yo le doy permiso, claro, y usted me da un alegrón. Celebro mucho que lo apruebe. Abrazo.