El auténtico caballero se apresta a cumplir con los diez mil mandamientos de la sociedad porque le parece que Dios le concede demasiada ventaja con tanta libertad y apenas diez mandamientos de nada, que se cumplen solos y sólo por nuestro bien.
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2 comentarios:
Me hace recordar a la descripción del "caballero de la fe" que hace Kierkegaard en "Temor y temblor".
Cuánto pincha esta chincheta. Creo que las normas morales, lejos de coartar nuestra libertad, nos invitan a ser cada vez más auténticamente libres, más exigentes con uno mismo; y que el nivel de autoexigencia no depende tanto del número de mandamientos sino de la calidad del precepto: El del amor es, desde luego, de una exigencia superlativa.
Jilguero
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