lunes, 22 de diciembre de 2014

Salgo del armario


Una frase hecha o idea común entre poetas es lo poco que se leen todos a sí mismos. Hasta ahora yo he callado como un cobarde, pero se acabó. Yo me releo y, todavía más, me recuerdo con una frecuencia casi diaria. Quizá por eso escribo tan poco, he pensado y tengo que repensarlo por si he dado con la explicación. El caso es que, si escribo por necesidad, esa necesidad no se acaba con el punto final, sino que vuelve, pero ya tengo mi poema listo para la ocasión y el contraataque. 

Un ejemplo, que es el motivo de las líneas que siguen. El otro día fui a hacer una gestión en coche. Hacía mucha niebla y yo iba muy nervioso. Me confundí de camino lo menos siete u ocho veces, y sólo iba de aquí a Jerez. Empezaba a desesperarme hasta que di en rerecitarme esto:



Y ya me reía y no importaba equivocarme y volver a equivocarme. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No recordaba este poema.Qué hondo y qué alto, y que prodigiosa naturalidad en su cadencia (nada hay del sonsonete consabido del soneto, y por eso, justamente, qué gran soneto). Y qué sorpresa el final: Hace no mucho escribí yo un poema en que también le doy la vuelta a aquellos versos de Luis Rosales. Ya veo, pues, que te me adelantaste, pero me gusta pensar que en estas cosas no importa no ser el primero, sino llegar a la meta bien acompañado.

Feliz Navidad, Enrique, para ti y los tuyos.

Un abrazo de Juan

Anónimo dijo...

hombre, tratándose de poesía, deberías de haber dicho al estilo Abel Feu: Salir del almario.
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