lunes, 21 de noviembre de 2016
Elogio de la censura
"Sin cesura ni censura,/ no hay buena literatura", nos recordaba el marqués de Tamarón. La famosa anécdota del futuro San Pedro (Muñoz Seca) lo demuestra.
El primer epitafio a los porteros de su piso fue una cosa muy endeble y tópica para salir del paso:
Por suerte, en aquellos buenos tiempos resultaba necesaria la aprobación eclesiástica a los epitafios, y el Obispo con buen criterio teológico (quién sabe con seguridad qué nos depara el Juicio) y, sobre todo, poético. No lo dio. Esto generó una primera mejora:
Que tampoco satisfizo al Sr. Obispo, que confesó que él no era nadie para negar el Paraíso a nadie. Aquello había que cambiarlo. Y entonces se produjo el buen resultado poético. Sin censura, señores y señoras, nos habríamos quedado sin esta media verónica:
Los difuntos, eso sí, se quedaron sin epitafio.
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1 comentario:
¡Fantástico!
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