viernes, 14 de septiembre de 2018

Cambiar el ritmo


Da vértigo ver madurar a los hijos. Hoy Quique me ha contado que, cuando en el colegio se acuerda de Aspa, le entran unas ganas tremendas de abrazarla, pero que, cuando llega a casa y la ve, se le pasan las ganas enseguida.

Eso pasa, les he advertido. ¿No sucede un poco también conmigo? Carmen entonces se ha precipitado y ha dicho: "Sí, sí, también". 

Es un tic del alma humana. Tanto que llevó a Mario Quintana a escribir esta atrevida oración:

IX. De la inquieta esperanza 

Bien sabes tú, Señor, que el mayor bien
 
es ese que no pasa de un deseo ilusorio. 
Nunca me des el Cielo. Quiero soñar con él 
en la inquietud feliz del Purgatorio. 

Pero hay que cambiar, por la cuenta que nos trae, el ritmo, les digo, y sufrir menos con la añoranza y sobre todo disfrutar más con la presencia. Siendo Mario Quintana un poeta estupendo, también en el Parnaso hay clases, y debemos aspirar a la maravilla de San Juan de la Cruz:

Descubre tu presencia, 
y máteme tu vista y hermosura; 
mira que la dolencia 
de amor, que no se cura 
sino con la presencia y la figura.

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