Se van a cruzar en las librerías dos obras con mucho en común y que son, además, todo un síntoma por ser el antídoto de una enfermedad. Ya yéndose, La profundidad de los sexos (para una mística de la carne) del teólogo francés de origen judío Fabrice Hajdajd, que publicó Nuevo Inicio el año pasado; y ya llegando, Retorno al pudor, de la periodista estadounidense de origen judío Wendy Shalit, que próximamente publicará Rialp.
La coincidencia no estriba sólo en el tema, una defensa de la sexualidad pura y dura contra la frivolidad y la intrascendencia imperantes, sino en el tono de ambas obras, nada mojigatas, batalladoras, capaces de escandalizar a los más libertinos, muy partidarias del sexo al máximo, y de las sensaciones hondas, y de los sentimientos fuertes. Postulan que devolver el sexo a su sitio (a su sacralidad) es la mejor manera de valorarlo, por supuesto, pero también de disfrutarlo. Recoge Wendy Shalit que “todos los años aparece un nuevo estudio que muestra cómo las mujeres casadas tienen más orgasmos que las mujeres solteras. Una encuesta realizada por la Universidad de Chicago puso de manifiesto que el mayor grado de satisfacción sexual se producía en los matrimonios fieles”. Hadjhadj, por su parte, nos recuerda que es en el sexo (el Génesis dice literalmente que Yahvé creó a Adán y Eva a su imagen y semejanza, macho y hembra los creó) donde se refleja el misterio de la Santísima Trinidad, nada menos.
La coincidencia no estriba sólo en el tema, una defensa de la sexualidad pura y dura contra la frivolidad y la intrascendencia imperantes, sino en el tono de ambas obras, nada mojigatas, batalladoras, capaces de escandalizar a los más libertinos, muy partidarias del sexo al máximo, y de las sensaciones hondas, y de los sentimientos fuertes. Postulan que devolver el sexo a su sitio (a su sacralidad) es la mejor manera de valorarlo, por supuesto, pero también de disfrutarlo. Recoge Wendy Shalit que “todos los años aparece un nuevo estudio que muestra cómo las mujeres casadas tienen más orgasmos que las mujeres solteras. Una encuesta realizada por la Universidad de Chicago puso de manifiesto que el mayor grado de satisfacción sexual se producía en los matrimonios fieles”. Hadjhadj, por su parte, nos recuerda que es en el sexo (el Génesis dice literalmente que Yahvé creó a Adán y Eva a su imagen y semejanza, macho y hembra los creó) donde se refleja el misterio de la Santísima Trinidad, nada menos.
Las semejanzas no impiden, como ven, un distinto enfoque, de acuerdo con la formación y la procedencia de cada ensayista. La americana y periodista Shalit hace una defensa utilitarista del pudor, con una argumentación muy pegada a sus experiencias personales y a los testimonios de otros, contando entre sus fuentes primordialmente las revistas femeninas y la sección de cartas al director, y los estudios sociológicos. Cuando hace una incursión en las razones religiosas del pudor es cuando menos cómoda se la encuentra. El francés y teólogo Hadjadj, en cambio, se mueve como pez en el agua entre los argumentos filosóficos y las iluminaciones místicas, y trabaja con un lenguaje muy literario, a veces incurriendo en una sobredosis de juego verbal, cuya exuberancia exaspera al traductor y exige exégesis.
Esas diferencias hacen que estamos ante dos libros complementarios. Shalit propone el pudor y el sexo en el matrimonio como una contra contracultura, una revolución pendiente (la de las chicas buenas, dirá en otro libro), como un baluarte de la verdadera feminidad y como una puerta a la felicidad real de las mujeres reales. Hadjadj lo hace con argumentos teológicos y como un camino directo (o mejor, con vertiginosas curvas) a la santidad. Nos recuerda que Rozanov afirmaba que “Todo pensamiento referente al sexo despertaba en el semita el pensamiento de Dios”.
Precisamente, no es casual que los dos escritores tengan origen judío: hay una exaltación de la carne y de la generación humana que les nace de muy dentro y viene de muy antiguo, de las grandes tiradas genealógicas de la Biblia, y de la que el cristianismo es, gracias a Dios, heredero, esto es, beneficiario. Wendy Shalit cita, en su defensa del pudor, sensu contrario, a Mary Wollstonecraft, que lo consideraba inmoral: en su libro Vindication lo definía como una filosofía “lasciva” que inducía un “refinado comportamiento licencioso”, que “inflamaba la imaginación” de los niños y “prolongaba el ardor” de los adultos”. ¡Pues por eso mismo!, viene a exultar, entusiasmada, Shalit; y algo muy parecido mantiene Hadjadj de la teología católica de los cuerpos. La mezcla de ambos libros es, a la vez, purísima y explosiva.
8 comentarios:
Hace algún tiempo quise escribir una entrada que precisamente llevaba por título "Retorno al pudor".
No lo hice, mitad por falta de tiempo, mitad por falta de capacidad para escribir lo que quería transmitir, temiendo que alguien pudiera malinterpretar pudor como mojigatería o puritanismo.
Si recupero algo de cabeza intentaré retomarlo.
Pues los dos libros te resultarán utilísimos... al menos para escribir tu entrada, que leeremos con gusto (naturalmente) y aprovechamiento.
No he leído ninguno de los dos libros, pero me temo que los argumentos que aquí se aducen, con el tema de la "sacralidad" a vueltas, sólo podrán convencer a los ya convencidos. Aparte de que lo que sea o no "sagrado" depende de las convicciones de cada cual.
Estos días, y a propósito de las leyes que pretenden proteger los derechos de propiedad intelectual en internet, he leído en EL PAÍS (en su edición digital, sección de Cultura, puede verse) la información siguiente: "Isak Gerson, líder espiritual de Kopimism, grupo de apoyo a las descargas digitales, consigue que su 'iglesia' se reconozca oficialmente como religión en Suecia". (El titular recoge una declaración de dicho "líder", quien afirma textualmente que "Copiar en internet es sagrado").
Por supuesto, soy consciente de que quienes tienen su propio sistema de creencias, que consideran único realmente "sagrado" frente a todos los demás, tendrán a los restantes por tontos, por bromistas de mal gusto y/o, finalmente, por herejes. Pero me temo que eso no sólo no arregle nada, sino que sea parte del problema.
Tienes toda la razón, como sueles, a medias. No sé si el certero es el gato o es la flauta, que es una broma fácil y, por suerte, reversible, pues a veces no sé quién me equivoco, si García o Máiquez. El libro de Hadjadj si es un libro de teología, y como tal sólo (ejem, sólo) interesará a cristianos, judíos y tal vez musulmanes. El de Wendy Shalit, que no parece muy creyente y en todo caso no hace profesión de (ninguna) fe, es un libro de sociología, eso sí. Sus argumentos provienen mitad de las estadísticas, mitad de los testimonios de unos y de otros.
Y con respecto a las fes, hablando de internet y eso, siempre ha habido clases, la verdad sea dicha, sin ánimo de faltarle a nadie y eso.
Por supuesto, con relación a lo de las clases. Quede claro que, para mí, la creencia cristiana, y más específicamente católica, es, aunque yo no la comparta, seria y honda, y absolutamente respetable; la otra que citaba, una estupidez sin pies ni cabeza. Pero seguro que, para sus "fieles" (y me temo que no falten, ni en Suecia ni aquí mismo), la cosa no es exactamente así.
Veo que has acabado el de Hadjadj a pesar del uso de lenguaje "imaginativo".
Me apunto el de "Retorno al pudor", tan necesario.
Gracias
Efectivamente, gracias a ti.
¡¡Que me place!!
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