Los Reyes Magos me han dejado en algunas casas de familiares,
empezando por la de mi padre, unos dinerillos para que compre libros. Cómo me
conocen sus Majestades. Pero este año en la carta de mi casa se me había ido la
mano con la bibliografía y en las cuentas generales están las cosas
particularmente apretadas. Así que he reunido ese metálico y he estado unos días
pagando todo —compras, gas, honorarios del pediatra y pañales— gracias a él. Me
ha parecido que me habían hecho mis parientes un regalo inmejorable: no sólo
esas facturas, sino los intensos días —de Reyes hasta ayer, que se me acabó la
cuerda— que he vivido a cuenta de su detalle. Me han regalado un capítulo muy
emocionante del Libro de la Vida. Gracias
mil.
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