Una señora mayor entra en la iglesia. Hace una extraña semi genuflexión, entre gimnástica y barroca, y se dirige hacia un san José que está a dos bancos de donde yo estoy sentado. Antes venía a misa con su madre ancianísima, pero lleva dos o tres meses que no. Supongo que la madre está muy enferma o murió.
En el silencio de la iglesia empieza a rezar cuchicheando o a cuchichear rezando. Y a medida que avanza sube el tono. Empiezo a enterarme: "... que como tú sabes estoy muy sola en la vida... ...no tengo a nadie... que no me dejes entonces..." Y ya para rematar la faena, pide en voz bien alta: "A la hora de la verdad, una horita corta". Se santigua de aquella manera y se va, tan contenta, tras otra genuflexión sui generis.
Y yo quedo fulminado por la gracia popular. Esa mezcla de una suerte de los toros con un deseo típico de los partos para referirse a la muerte me parece insuperable. Yo me sumo a su intención, para ella y para mí, y para ustedes, si gustan.
6 comentarios:
Gusto, claro que sí.
Emocionante forma de hablar con Dios. Qué bien que no evitaras escuchar y que nos lo hayas contado.
"Ya sabes que", así comienza cualquier oración.
Ciertamente insuperable la plegaria: la hora de la verdad, del encuentro, por fin, con ella; y la horita corta, intuición del nacimiento que espera, aquí como oración de la nascitura. Quizás, a la manera de Sancho haya dicho más de lo que sabe, o no. Seguro que el santo trasladará la petición a quien corresponde, con la eficacia en él proverbial.
Jilguero.
Olé
Olé
Gusto, claro que sí.
Y qué pena que la escritura no refleje la fonética andaluza.
Publicar un comentario