miércoles, 29 de noviembre de 2006

Una abuela insólita

Como están de actualidad los abuelos de unos y de otros, tengo excusa para hablar de mi abuela paterna, que es la que hoy me interesa. Unos versos de Alberti, de Marinero en tierra, podrían estarle dirigidos: “Yo te hablaba con banderas,/ hija de la panadera,/ la que siempre eras de pan/ entre la grey marinera.” Coinciden el lugar (El Puerto de Santa María), el tiempo (los felices veinte del siglo pasado) y las circunstancias: su madre había heredado el negocio familiar de la panadería, mientras que su padre, además de médico, era armador de pesca.

Con independencia de esa temprana e hipotética entrada en la literatura, ella fue labrándose una leyenda por méritos propios. De jovencita, a la vez que acababa su carrera de piano, Meme Máiquez se atrevía a practicar el piragüismo por el río Guadalete. También el ciclismo, a pesar de los perros y la chiquillería, que celosos guardianes de un machismo cerril, salían a ladrarle “¡Machota, machota!” y a tirarle piedras. Sus indignados nietos le preguntábamos qué hacía ella entonces. Contestaba sonriendo: “Soltar patadas desde la bicicleta…”

La vida no le permitió acomodarse a lo establecido. Cuando señora felizmente casada y madre de tres hijos, enviudó pronto y tuvo que ponerse al frente de la panadería. A principios de los sesenta, una empresaria era una rareza. Si después le venían con la modernidad y la liberación de la mujer, no hacía más que un guiño suyo de ojos muy particular, que a mí me gustaría haber heredado.

De la brega, junto al ejemplo que nos dejó, le quedó la costumbre profesional de llamar al pan, pan. Y otra, muy extraña en una abuela, de alabarnos el trabajo constante en lugar de insistir en efusiones sentimentales. Ella, lúcida y aficionada a la lectura, alguna vez me confesó que, si escribiésemos entre los dos sus recuerdos, habría que titularlos: Memorias de una abuela insólita. Tan insólita que celebró el nacimiento de su primer nieto sacándose el carné de conducir para visitarlo a menudo. Teniendo en cuenta que aquel nieto era yo y que no se ha cansado de verme, el paciente lector puede hacerse cargo de lo insólita que es; aunque tal vez no tanto como presume, y en secreto sea una abuela tan sentimental como la que más.

Ahora, muy mayor y enferma, desde la fe que enseñó a sus hijos, se va acercando a la plenitud descrita por el poeta Ángel Martínez Baigorri en similares circunstancias: “Voy llegando a la edad perfecta: eterno”. Pero no va a llegar, fiel a sí misma, sin dejarnos antes otro ejemplo: el de cómo se realiza bien el trabajo último. Y mientras, como si fuese en una bicicleta, le irá soltando alguna que otra patada a la enfermedad, sin perder casi nunca la sonrisa.
[En el Grupo Joly, hoy]

17 comentarios:

Bukowski dijo...

Encántador y cálido y con un conmovedor final el artículo de hoy, Enrique. Un rompimiento de gloria en toda regla.

Anónimo dijo...

Compro todos los dias el "Malaga Hoy", y siempre leo tu columna.
Ayer ya pensaba que eras un gran tipo, pero hoy lo sé.
Sigue trabajando asi, un saludo.

Ángel Ruiz dijo...

Artículo para guardar: muy bueno, muy bonito, emocionante.

Anónimo dijo...

¡Bravo por tí, y por tu abuela! La mía murió el 13 de enero de 2005, y con ella se me fue media vida. También mi abuela rompió moldes para su época, y me enseñó con qué señorío se puede llevar el envejecer. Ella siempre me decía: "estaremos unidas por un hilo invisible". No sabes cómo lo noto. ¡Un beso muy fuerte a tu abuela! (Aprovecha que todavía puedes). Gracias por tu emocionado homenaje.

E. G-Máiquez dijo...

El mérito es de la insólita abuela.

Enrique Baltanás dijo...

Precioso ar´ticulo Me ha emocionado. Curioso: yo también tuve una abuela panadera.
Siento no poder estar en la presentación. Te deseo lo que tendrás: éxito seguro.

Juan Ignacio dijo...

Conmovedor artículo, sí señor.

Anónimo dijo...

Fenomenal el artículo. Gracias.

Anónimo dijo...

Mis respetos a la abuela y aplausos para el nieto. Que vaya muy bien la presentación del libro.

Inma dijo...

Precioso artículo-homenaje a tu abuela insólita y admirable. Ya me gustaría escribirle uno la mitad de bueno a la mía.
Y estupendas imágenes, sobre todo la de ella dando patadas desde la bicicleta (a los muchachos malos y a la enfermedad)...
¡Gracias!

Anónimo dijo...

Por perlas como la de hoy, es por lo que te leo a diario.
Muchas gracias.

Jesús Sanz Rioja dijo...

Eres una mina proporcionando ejercicios para clase. (En Castilla y León también proponen en PAU una columna periodística)

Anónimo dijo...

Mis abuelos maternos eran panaderos también, enriques.

¿Qué está pasando aquí?

Jesús Beades dijo...

Me ha conmovido esta entrada. De las mejores, y lo bueno -que no se puede saber habitualmente- es que aquí coinciden sinceridad vital y buena literatura. Está muy bien esbozada la figura de tu abuela, con lo del carnet y con la sonrisa acerca de la liberación de la mujer.

Genial lo de ayer de Langlois.

Marta Salazar dijo...

Increíble! Dale un beso de mi parte, sincero y de todo corazón. Un verdadero ejemplo!

Reyes dijo...

He guardado tu artículo. Enhorabuena, ojalá yo fuese una abuela así para mi nieto, si algún día lo tuviese, of course.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Conoci a tu abuela y ...si que era insóita. Siento mucho su perdida.un abrazo.