viernes, 19 de septiembre de 2008

Moscas

A veces nos inspiran las musas, a veces las moscas. Y sería maravilloso que eso no tuviera nada que ver con el resultado final. Ojalá, porque yo ahora escribo directamente inspirado por una cantidad impresionante de moscas.

He salido a leer al campo, llevado en volandas por la imaginería virgiliana. Oh amenos prados de flores llenos, luz de mosto y de membrillo de septiembre, pámpanos barrocos, lomas soleadas, salomónicos olivos… Me imaginaba un garcilaso de la vida, pero el campo real recuerda sólo vagamente al de los libros y los cuadros. Me senté sobre un hormiguero, salté de un brinco, donde no las hormigas picaba el sol, la sombra del pino no era segura con tantos alegres pajarillos encima… Y sobre todo en todas partes zumbaban las moscas fatales de final de verano, rebotando idiotas en el cristal del aire, posándose curiosas, incansables, sobre uno.

Hace tiempo, en mi despacho, escribí este aforismo: “Las moscas, mensajeros alados, me recuerdan mi exacta condición”. Pero aquí, cara a cara, las moscas me recuerdan mi despacho. Y de paso la importancia de la buena literatura. Si no hubiera sido por Virgilio, estaría en él, con las musas, no arrastrando los pies por el polvo de los caminos rurales. Qué bien si algún poeta convincente hubiese escrito al beato sillón, o la égloga del aire acondicionado, o la hermosa sinfonía, ay, de los insecticidas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"En tanto que de mosca y azucena". Me ha encantado el artículo. Por cierto: el inicio de novela, fantástico. Coincido en que es autosuficiente y en que funciona mejor sin la última oración que se leía en la primera versión.

Salud,

Tlön

Jesús Sanz Rioja dijo...

Oh, tantas salidas al jardín a disfrutar de la lectura y de la brisa, frustradas por moscas o mosquitos. Alguien bueno que cantara al beato sillón... Me parece que Jorge Guillén no te convence, ¿eh?

DLG dijo...

vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas...