En la retaguardia, en la gran ciudad, la vida era tristísima. Las viejas sonrisas se habían helado en los labios, la radio no daba más que noticias —a veces buenas, a veces malas— y las gentes se arrastraban apesadumbradas con el recuerdo de los muchachos que se estaban dejando la vida en el frente.
En el frente, los muchachos, se dejaban la vida, y también cantaban canciones ligeras, recitaban “La balada del caballo blanco”, se reían, apuraban el sabor recio del riesgo, del miedo, del compañerismo y de sus petacas de whisky.
Cuando volvían a la ciudad de permiso o convalecientes, les rodeaba un nimbo. No era sólo el aura del heroísmo, sino la luz de una felicidad íntima y elemental.
Al principio, a la guerra iban los pobres mozos de reemplazo y algunos patriotas extravagantes y risibles. Poco a poco, fue aumentando el número de voluntarios, que acabó siendo una muchedumbre. Quizá nadie lo supo nunca, ni ellos mismos, pero esos voluntarios sobrevenidos desertaban de un vacío, buscaban el arrimo a la felicidad, un poco de frivolidad a ratos. O nadie lo supo o no se dijo; y en cualquier caso no importa, porque la felicidad es sólo otro nombre —con más fortuna publicitaria— del cumplimiento del deber.
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11 comentarios:
A salvo del oxímoron de los patriotas extravagantes o risibles, magistral.
Me ha gustado, y creo que es para leer entre líneas, ¿no?
Una pregunta de ignorante: qué es un oxímoron?
Saludos desde la meseta.
Oxímoron es el uso conjunto de palabras con sentido contrario que genera un nuevo sentido, algo parecido a una paradoja (perdón por el tono profesoral de repelente niño Vicente). Precisamente por eso, creo que el oxímoron que a Dal no le convence resulta, sin embargo, adecuado: en el ambiente descrito -y "entre líneas" es muy bien el nuestro- puede el patriota parecer extravagante o risible, hasta que la batalla lo nimba de aquel halo de gloria porque en ella se ha dejado la piel... "et livore eius sanati sumus" (Is 53).
Gracias por la entrada.
Muchas gracias! Y que sepas que coincido en lo de adecuado.
Im-pre-sio-nan-te. Me ha emocionado. Gracias.
Ah, la insidiosa poesía del patriotismo. A Chesterton le podía también.
Niños con las entrañas desparramadas en medio del campo para defender intereses que ni conocen, hipnotizados por la vibración que las palabras adquieren en boca de poetas enamorados de una idea. No vale la pena. El patriotismo es monstruoso en cuanto se rasca.
Ah, Ignacio, qué alegría verte de nuevo por aquí y en perfecta forma. Echaba de menos tu voz de mi conciencia.
Y gracias a todos.
Creo que Ignacio que se equivoca. La parábola apunta más alto, me parece a mí.
Gracias por leerme con tan buenos ojos. Es verdad, Verónica, que la parábola apunta más alto, pero Ignacio no se equivoca (al menos en esto y por una vez) porque la literatura tiene una visión estereoscópica y también habla de lo que habla (aunque parezca mentira).
He publicado una traducción al inglés de esta entrada en mi blog
Para apuntar más alto sobrarían (apunto) los pobres mozos de reemplazo, ¿no? A no ser que se quieran recordar los tiempos en que también esos más altos valores los defendían los pobres a la fuerza.
Aparte de esos detalles, la imaginería bélica la carga el diablo. Véase el Corán: por más que me expliquen los buenos musulmanos que lo de la guerra santa se refiere a cumplir con ahínco y pasión los deberes del creyente, yo no me quedo del todo tranquilo.
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