martes, 10 de febrero de 2009

Golpe de pecho

No escribo para salir favorecido; y esta vez toca ponerme regular. A fin de cuentas, se trata de contar la verdad, quede uno como Agamenón o como su porquero.

He descubierto que me estremece más el arte que la vida. Y que eso lleva a veces a una brutal falta de tacto. Camino hacia mi casa, por ejemplo, regodeándome en que me resta media tarde para dedicarme a la novela que me traigo entre manos, y en eso que de una inesperada esquina surge un conocido.

El conocido demuestra un interés muy notable en contarme detenidamente de su hija, que tenía un novio que a él no le gustaba y que, efectivamente, salió rana y que dentro de pocos días hace una exhibición de baile por bulerías (la niña) en el Teatro Municipal. Con cierta dificultad, tras comprarle dos entradas, logro desembarazarme, no sin haber dado antes unas muestras bastante evidentes de impaciencia.

Ahora, en casa, por fin, leyendo en silencio, me arrepiento. Por qué no habré sido capaz de interesarme con la narración del hombre y su hija y su novio al menos como lo hago con la novela o con cualquier película. Después de todo, no son historias muy distintas.

Cuestiones estilísticas aparte, es, me temo, porque un hombre de carne y hueso exige atención, sí, pero también cariño, caridad, entrega, y eso es justo lo que cuesta. (Ya avisé que yo no iba a quedar muy bien hoy, pero es lo que hay.)

10 comentarios:

Juan Antonio González Romano dijo...

Una vez el Secretario de mi Centro me dio una posible clave: cuando atiendas a una persona, eso es lo más importante del mundo en ese momento. Todo lo demás debe esperar. He de reconocer que, siguiendo este consejo, me ha ido muy bien; incluso he conseguido ser un Jefe de Estudios no odiado. Eso sí, a veces cuesta, indudablemente.

José Miguel Ridao dijo...

En mi caso procuro prestar atención, pero el cariño y la entrega las reservo para mi familia y mis amigos, por este orden. Igual que a Juan Antonio, me ha ido bien así. Un saludo.

Enrique Baltanás dijo...

El arte o la vida (incluso nuestra propia vida): ese es dilema que no pocas veces no sabemos cómo resolver.

Anónimo dijo...

Maestro:

Con gran inteligencia coloca Jesús la parábola del buen samaritano en la ruta de Jerusalén a Jericó, lejos, en el desierto, en un sitio imprevisible para el samaritano viajero, que pese a la sorpresa y a la inoportunidad de la parada se detuvo y ayudó al otro: porque a todos nos es cómoda la caridad programada, pero no la que nos sale al paso.

Y no te flageles, porque parece que trataste muy bien al señor, que debió de irse contento con sus entradillas vendidas.

Néstor dijo...

Uf, me temo que también salgo de aquí golpeandome el pecho.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Conozco a muchos que lloran con los personajes del cine y de la literatura y que luego son fríos con los demás, pero esos no se dan cuenta de que lo hacen mal. Tú, sin embargo, sí te has dado cuenta, lo que significa que no eres de ésos. Por otra parte, me pregunto, como tu tocayo Enrique, cuándo me porto mal por preferir pasar una hora con mi novela y mi poesía a dedicarla a mis hijas o a pasar la tarde acompañando a ancianos que, sin mí, morirán solos. Y siempre me decanto por mis libros y siempre me siento culpable. Un abrazo

Manupé dijo...

En mi trabajo, acostumbrado a trabajar con mucha gente y de muy variada condición, debo distinguir siempre entre los asuntos personales y los profesionales.

En lo profesional, si te es indiferente, aplíquese la ley vigente y en lo personal ponte en su lugar.

No me va del todo mal.Incluso hay quien se alegra de verme veinte años después.

Saludos.

María dijo...

Al menos te diste cuenta de tu falta de paciencia, así que seguro que de ahora en adelante la practicarás con el prójimo. Es verdad que a veces no apetece nada, pero yo creo que precisamente el esfuerzo de "ese" determinado momento (y muchos otros) es lo que vale. La vida es un arte que hay que jugar en serio (como dice tu hermano) y DARSE es serio. Animoo!!!Atiende a Santa Teresa, QUE SE APRENDE TELA. Yo, cuando me falla la caridad, la repaso, y tambien aquello de "tanto amó Dios al mundo que envió a su único hijo" y pienso "¿no vas a dar tú diez minutos?". Así que a molestarse un poquito, que no hay que acomodarse mucho...digo yo..y mañana puedes ser tú el que necesita esa atención...Cariñoso saludo (y perdón por el sermón...). María.

Adaldrida dijo...

Ay, lo que cuesta a veces...

Mery dijo...

Una sincera reflexión que nos lleva a reflexionar a todos.

El consejo de Juan Antonio es sabio, aunque no siempre lo recordemos; con el reparto de cariño podemos ser muy parcos.

Excelente exámen de conciencia, Enrique