...........ARQUITECTURA
Comienzo a construir por el tejado:
lo primero que hago es acabar
y después viene el resto, o sea, todo.
Gira el reloj como la hormigonera
donde ruedo al revés: después de siglos
de ser católico me he convertido
a la fe que tenía; mucho antes
de escribir un poema, era poeta;
he conocido tipos estupendos
en mi grupo de amigos; por mi misma
mujer me he vuelto loco; y ahora empiezo
a dibujar los planos de la casa
donde llevo viviendo tantos años.
Lo primero que quiero es acabar
el tejado; ya tengo el cielo, el aire,
las nubes, la veleta, el humo blanco
que anuncia: “abajo, adentro, en el futuro
hay un fuego encendido”. Iré hacia él.
Pondré, cuando me muera, los cimientos.
miércoles, 5 de agosto de 2009
Una defensa de la herencia
Escribe Julio Martínez Mesanza, a propósito de Rut: "Sólo nos pertenece, realmente, lo que adquirimos, no lo que heredamos". Yo, en principio, estoy de acuerdo, porque lo dice Julio y porque es así; pero luego, en la práctica, qué remedio si lo mejor mío es lo heredado, lo mejor y casi siempre lo único. Para salvar la contradicción, escribí este aforismo y también el poema inaugural de Casa propia. Normalmente no cuelgo aquí mis poemas, pero me importa tanto este asunto, que haré una excepción:
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9 comentarios:
Amén, amigo Enrique, amén.
¡Qué excelencia la de este poema magnífico! Y es cosa que (te) repito. Te acuerdas, ¿no?
Un abrazo.
La enseñanza de Ortega puede sacarme de la perplejidad en que quedo al leer la entrada:
la herencia sería un aspecto de la circunstancia (el que más define al hombre frente a los animales) frente al que podemos ejercitar nuestra libertad para aceptarla o repudiarla. En cualquier caso, adquirimos una nueva situación que nos pertenece con el mismo grado de propiedad. Bien lo sabe el que se replantea su creencia ante un momento crítico. Tú lo expresas muy bien en el aforismo.
Jilguero
El poema Enrique, es genial, pero es poema, es Literatura.
Lo que heredamos nunca es nuestro, nunca. Nunca tiene esencia propia, en este caso heredada.
Saludos.
Justo ayer, pero justo ayer, hice la siguiente anotación (como quien deja notas para escribir algo más):
"Relacionar los poemas de EGM Arquitectura, Poética (ultimos versos) y Mala memoria (en algún pasaje)".
Y luego me vino a la mente la entrada de JMM y dije: "Y relacionarlas con la entrada Rut". Aunque no sabía bien cómo ni por qué.
Imaginate la sorpresa al encontrarme ahora parte del trabajo hecho.
Saludos.
La sorpresa es mía, J.I., y el agradecimiento.
Por supuesto, que me acuerdo, uno, ejem, nunca olvida un elogio. Abrazo fuerte.
Qué bien vista, Jilguero, la herencia como nueva situación, que porque podemos repudiar, podemos adquiirir.
No la tiene, JSM, pero tiene que tenerla, como quien dice.
Claro que la herencia puede repudiarse, o aceptarse de forma pura, o aceptarse a beneficio de inventario.
Incluso pueden interpelar judicialmente al heredero para que manifieste si la acepta o no.
Y lo adquirido por herencia, supongo que es lo más nuestro que tenemos.
Como decía aquel nazi imaginado por Borges: "es normal que piense en mis mayores, ya que de algún modo soy ellos"
El poema me ha emocionado mucho.
Por las vacaciones mi comentario ha de ser retrospectivo, Enrique: qué magnífico poema el tuyo, verdaderamente envidiable. Me ha recordado a otra cosa de Thoreau, en la conclusión de Walden (1854): "Si has construido castillos en el aire tu empeño no tiene por qué ser vano: ahí es donde deben estar; ahora sólo necesitas poner los cimientos debajo."
Un abrazo, A.
“abajo, adentro, en el futuro
hay un fuego encendido”. Iré hacia él."
Bueno, yo no diría muchos "amén",
dos o tres, y uno de ellos, sin duda, para los dos versos que termina el poema, que me parecen excelentes.
Para ti fue hecha la casa, antes que nacieras.
Para ti fue destinada la tierra antes que salieras de tu madre.
No la hicieron aún. Su hondura se ignora.
No se sabe aún que largo tendrá.
Ahora yo te llevo a tu sitio.
Ahora te mido a ti primero y a la tierra después.
Tu casa no es muy alta. Es humilde y baja.
Cuaudo yazgas ahí, las vallas serán bajas, humildes las paredes.
La techumbre está cerca de tu pecho. Habitarás entonces en el polvo y
sentirás frío.
Toda tiniebla y toda sombra, se pudrirá la cueva.
Esa casa no tiene puerta y no hay luz adentro.
Ahí estás firmemente encarcelado y la muerte tiene la llave.
Aborrecible es esa casa de tierra y atroz morar en ella.
Ahí estarás y te partirán los gusanos.
Ahí estás acostado lejos de tus amigos.
Ningún amigo irá a visitarte y a preguntarte si esa casa te gusta.
Nadie abrirá la puerta.
Nadie bajará a ese lugar porque muy pronto serás aborrecible a los
ojos.
Tu cabeza será despojada de su cabello y la hermosura de tu pelo se
apagará.
Del poema sajón "La sepultura".
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