Al ir y al volver al instituto paso por el barrio de José Antonio Primo de Rivera, que es el peor del Puerto y, por lo visto, uno de los más peligrosos de Andalucía. Con frecuencia hay varios coches patrulla y mucho follón de gente corriendo arriba y abajo. Yo siempre miro, por si descubro algo.
Ayer a las diez menos cuarto sólo estaban allí dos niñas chicas, de siete u ocho años, con su chándal rosa y su camisetilla blanca, sacudiéndose las manos. Se las sacudían tanto, con tanta fuerza, que me fijé mejor para descubrir con qué se las podían haber manchado, las pobres. Y no, que estaban tocando las palmas, pero con mucha energía, jaleándose una a otra, y la más gordita llevando el compás con zapatazos de la zapatilla su pie derecho, las dos tan rectas, tan rectas como se ponen las gitanas, que ya se doblan un poco para atrás, como un arco. Y dale que te pego a las palmas.
Yo apagué las noticias que iba oyendo en mi coche, y seguí mi camino encantado. La tristeza y la marginación se la estaban sacudiendo a base de bien.
martes, 7 de septiembre de 2010
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4 comentarios:
:)
Eso es decir mucho con pocas palabras. Muy sugerente. Y un homenaje a los gitanos rumano franceses. Te sigo, Enrique.
está muy bien visto eso de sacudirse el mal a base de bien. j
Me has alegrado la tarde, Enrique.
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