Como este número [el último del mes de julio] está dedicado al heroísmo, tenía previsto hablar de las familias numerosas. Pero lo primero que leí nada más comprar el Alba de la pasada semana, me hizo cambiar de planes. Naturalmente, lo primero que leí fue mi artículo (“naturalmente” viene aquí de naturaleza caída).
Contaba que estaba leyendo la novela Incierta gloria, y la recomendaba vivamente. Y eso mismo he estado haciendo con todo el que me cruzaba. Ahora, que la he terminado, he de relativizar mi recomendación. No creo que los lectores de Alba necesiten que yo les convenza de las virtudes heroicas de las familias numerosas y, en cambio, sí cabe dentro de lo posible (siendo optimistas) que alguien se anime con la novela de Joan Sales fiándose de mis palabras.
La novela, a partir de la mitad, se vuelve más incierta que gloriosa. Da melancolía y hasta rabia, porque las dos primeras partes de las cuatro en las que se divide son extraordinarias. La acción transcurre en el frente de Aragón durante la guerra civil, dentro de una brigada republicana formada por catalanes, pero se tocan temas universales y muy íntimos.
En las dos partes finales, sobre todo en la última, el interés se va traspasando de lo humano y teológico a lo sociológico y clerical. Al final el libro se convierte en una prueba irrefutable del empobrecimiento decisivo que producen los nacionalismos, incluso en los más inteligentes y talentosos, como sin duda lo fue Joan Sales.
El autor se empeña en convencernos de que las matanzas de religiosos en la Cataluña republicana obedecían a un milimetrado plan de los fascistas. Encima cae en el racismo más burdo: el villano de la historia no es un catalán de pura cepa, como parecía, sino “naturalmente” el hijo ilegítimo de un extremeño, como el personaje principal de la novela ya le había adivinado nada más echarle un ojo.
Entristece ver cómo el catolicismo cósmico, vibrante, trágico, trascendente de la primera parte de la novela, acaba reducido al eslogan de “¡Queremos obispos catalanes!” Un sacerdote pierde la fe, entre otras cosas que pierde, porque no le dejan predicar en catalán. Como motivo es asombroso, muy sintomático y poco intelectual.
La novela puede partirse, pues, en dos. La primera mitad, absolutamente estremecedora. Y la segunda de relativo interés, aunque sirva para estremecerse ante los estragos que hizo, hace y hará el nacionalismo, incluso entre los mejores.
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9 comentarios:
¡Sin duda, aciertas!
Totalmente de acuerdo. Qué pena de novela, qué segunda parte más lamentable. Y qué pena sobre todo por lo que podría haber sido.
Vaya por Dios. Y yo que esperaba con impaciencia el momento de leerla.
Por algo los mejores de cada literatura dialectal acabarían expresándose en..."la lengua de Borges y Lezama Lima"
A mí, que no creo ser nacionalista (ni de aquí ni de allá), me llama un poco la atención la falta de cualquier referencia al nacionalismo español, que también existe. ¿Forma parte igualmente de la clase de nacionalismos que "hizo, hace y hará estragos... incluso entre los mejores", o goza de un privilegio especial y es el único que no los causa? Porque se diría, leyendo la entrada, que sólo los nacionalismos no españoles (y yo apuntaría que, más concretamente, los nacionalismos contrarios al español) son los que producen tan lamentables efectos. Si ésa es, como parece, la idea de EGM, sería extremadamente interesante, en mi opinión, que nos explicara el por qué de esa llamativa diferencia.
Vaya, otra vez el anónimo mutante troll (aquí ´Marinero´): como la Cizaña de Astérix, talmente.
¡Y es tan previsible! ¡Conmovedor el argumento del 'nacionalismo español'!.
Qué buena compañía, Aquilino y Ángel. Gracias.
Pues yo no me perdaría, JSR, las dos primeras partes, que son espectaculares. Aunque lo ideal sería dejarlo ahí, quizá con la ineercia no puedas dejar de leer la tercera, que ata algunos cabos, aunque a menos altura. Y la cuarta, ea, la dejas para nunca. Así, ya verás cómo disfrutas.
Y mira, Marinero, si me pones un ejemplo de un libro que iba para grande estragado por un exceso de nacionalismo español y lo veo claro, te dará la razón encantado. La diferencia me parece que está en los nacionalismos (siempre amoscados) y el patriotismo. Una obra que arde de patriotismo local es la Divina Comedia y a nadie le molesta tanto amor a Florencia, quizá porque no impide la autocrítica (ni muchísimo menos) ni el amor a la verdad. Otra obra llena de patriotismo local es la completa de Pla, pero qué hermosura de Ampurdán el suyo, eh.
No sé si entiendo la respuesta de EGM; la de Ángel Ruiz en cambio, incluidos los delicados adjetivos con los que me obsequia, no presenta ninguna dificultad de comprensión.
Y digo que no sé si la entiendo porque parece indicar que sólo existen los nacionalismos contrarios al español (que son malos), pero que en el caso de España no existe semejante cosa, sino únicamente el patriotismo (que es bueno). Curiosísimo punto de vista, si es así, que no entraré a discutir: no creo que valga la pena.
Por cierto: no quiero dejar de señalar el adjetivo "dialectal" aplicado, se supone, a las literaturas catalana, gallega, etcétera, como si en efecto los idiomas (y las literaturas) respectivos fuesen "dialectos" del castellano; afirmación, sin duda, un poco demasiado "patriótica" para mis cortas entendederas de "troll". Que la primera lírica culta de verdadera altura en España se escribiese precisamente, incluso fuera de Galicia, en el "dialecto" gallego (o, más exactamente, galaico-portugués), sin duda es un prescindible accidente histórico, que en nada impide su condición "dialectal". Condición que, siguiendo la misma lógica (por llamarle de alguna manera), habría que extender sin duda a las propias literatura y lengua portuguesas... Y es que el patriotismo bien entendido, ¡puede llevar tan lejos!
Releo la entrada de Enrique, y me llama un poco la atención la falta de cualquier referencia al nacionalismo vasco, al gallego, al español, al andaluz, al croata y a otros, que también existen.
Será que trata de una novela catalana.
Releo su entrada y en ella habla de patriotismo italiano y ampurdanés, que no parecen malos por cierto.
La he terminado. Yo creo que este hombre ha intentado pegar con cola dos novelas y le ha quedado regular. Lo que escribió en el 69, en pleno desmadre posconciliar, debió publicarlo aparte. En todo caso, resulta muy interesante.
Y Feliz Navidad.
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