martes, 15 de noviembre de 2011

El dragón

Escribiendo un miniensayo sobre G. K. C. titulado “Chesterton, aforista sobrevenido”, doy como ejemplo de la naturalidad con que le salían sin querer máximas, sentencias y greguerías la primera frase que publicó en su vida, siendo un preadolescente, en la revista de su cole:


El dragón es la más cosmopolita de las imposibilidades.


Y me quedo pillado del genio del maestro, de su precocidad y de su coherencia. Literalmente con la boca abierta. Porque:


1- Efectivamente, es una greguería como la copa de un pino.


2- Ahí está ya (¡en su primera frase!) su amor, que sería vitalicio, por los cuentos de hadas con un toque medieval.


3- Y su enfrentamiento, como un san Jorge, contra las fantasmagorías en defensa de esa doncella encantada que es la realidad.


4- También su desdén genético por el cosmopolitismo.


5- Y desde luego la gracia.


Qué monstruo.

3 comentarios:

Alejandro Martín dijo...

Qué grande, y qué grande tú escribiendo sobre él.

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Y qué bonita e hidalga es la palabra desdén.

E. G-Máiquez dijo...

Lo que es bonita e hidalga, queridos amigos, es la compañía. Gracias.