martes, 4 de septiembre de 2012

Diferencia

Cuando es mi cuerpo —un dolorcito aquí, una tosesita allá— el que me despierta en medio de la noche, no me enfado ni resoplo en arameo como cuando lo hace Carmen o Enrique, que casi nunca lo hace, el bendito. Me lo acuno, ea, ea, chiquitín; y ya está. Es mi auténtico niño mimado, con diferencia. A cambio, para compensar, a nadie le hace gracia ninguna. Como esas criaturas a las que uno ha desgraciado a fuerza de maleducarlas y son ya repelentes, no produce ternura. Si cuento la noche que me ha dado Carmen o, aunque casi nunca lo hace, Enrique, despierto inmediatas simpatías. Si hablo de la noche que yo mismo me di, la gente se azora y se aburre, como es lógico. Tengo que callarme. 

1 comentario:

Gonzalo GY dijo...

Ja ja ja. Bien visto.