miércoles, 5 de junio de 2013

Las aves del cielo y tal


Los caminos del Señor son inescrutables. De no ser por la hierofanía y por el comentario subsiguiente de BV, no me  habría fijado en la lectura de Tobías:
Esa noche me di un baño. Salí al patio y me recosté junto a la muralla del patio; como hacía calor, tenía la cara destapada. No sabía que encima de mí, en la muralla, había pájaros; los excrementos calientes cayeron sobre mis ojos y me produjeron unas manchas blancas. Fui a consultar a los médicos, pero mientras más medicinas me aplicaban más crecían las manchas. Estuve cuatro años sin ver; todos mis hermanos estaban afligidos. Pero durante los dos años antes de la partida de Ajicar a Elimaida, él se preocupó de mí. Por ese entonces, mi mujer encontró trabajo: hilaba la lana y recibía madejas para tejer.Cuando entregaba el encargo recibía su paga. Pues bien, el siete del mes de Ditros, terminó una pieza y se la entregó a los clientes; estos le pagaron lo que le debían y le dieron además un cabrito para que se lo comiera. Cuando regresó a casa, el cabrito se puso a balar; entonces llamé a mi mujer y le pregunté: «¿De dónde salió ese cabrito? ¿No ha sido tal vez robado?» Ella me respondió: «Es un regalo que me han hecho fuera de mi paga». No quise creerle y le dije que se lo devolviera a sus dueños, porque me avergonzaba de ella. Entonces me respondió: «¿Dónde están ahora tus limosnas y tus buenas obras? ¡Todos saben lo que has ganado con eso!» 
La cuestión tiene mucha miga (¡pero mucha!) porque yo me he sentido muy de Tobías siempre, pobre incomprendido, que hasta su mujer lo insulta por rezar y enterrar a los muertos y tal y cual. Aunque, huy, huy, cuidado, cuidado. El tío no lleva nada mal la ceguera mientras le mantiene Ajicar y sus hermanos le acompañan en el sentimiento. Luego su mujer encuentra trabajo, y muy bien. El problema empieza cuando a ella, que no ha abierto el pico, le regalan un cabrito, es de suponer que a medias por piedad, a medias porque hilaba de miedo. Y va Tobías y la acusa de haberlo robado. Y ella no se enfada: da explicaciones. Y no la cree. Y encima le espeta: me avergüenzo de ti. Entonces sí que rompe ella a insultarle, como yo, tan romántico, recordaba bien. Pero no insulta las buenas obras ni las limosnas, ni más ceguera que la que es capaz de acusar falsamente a su mujer. ¡Vaya con la actitud que ha acabado sacando el asistido Tobías, tan rezador y limosnero él!

Al final resulta que el excremento cegador de las aves del cielo es una imagen que avisa de que mucho vuelo y mucho canto, pero cuidado, que no es oro todo lo que reluce; y que hay que mirar bien dónde y cuándo se desahoga uno, y lo que malpiensa. 

2 comentarios:

Inmaculada Moreno dijo...

Jejeje Yo también, sin entrar en tanta reflexión como tú, al ver la Lectura, pensé: vaya, estos días me circundan pájaros por las ramas (o por los muros).

E. G-Máiquez dijo...

"Al ver la lectura", qué expresión tan poco ciega.