lunes, 2 de abril de 2018

Viejito


Antes de subirse al dormitorio, Leonor me cuenta este diálogo mientras estaba acostando a los niños.

Carmen: "Mamá, llévate a Aspa (de Borgoña) a su cestita, que, por las noches, se rasca mucho y no me deja dormir".

Leonor [en modo paritario]: "Eso lo hace papá cuando termina de trabajar y se acuesta".

Carmen: "Pero papá es muy despistado y se olvida casi siempre".

Enrique [furioso]: "Papá no es despistado. Sólo que es viejito".

Leonor, que ha discutido con él diciéndole que no, me lo cuenta ahora riéndose, creyendo que va a quebrar la profunda solidaridad que existe entre mi hijo varón y yo. En absoluto, me encanta. Yo defiendo el método Azorín, que decía que vivió tanto porque fue muy viejo desde muy pronto.

Cuando me acuesto, por fin, me acuerdo de Aspa y no sé si habrá vencido Leonor la Paritaria o Leonor la Prudencial, y consulto con la almohada si comprobar si no la ha acostado o sí. Esto es, si dejarme vencer por Carmencita la Crítica (reaccionando a sus protestas) o dejar que venza Enrique el Defensor de la Tercera Edad (para que diga a su madre: "¿Ves qué viejito que se volvió a olvidar, el pobre?"). Me decido a bajar por temor reverencial a Carmen y veo que venció Leonor la Misericordiosa y que, por el sueño de su niña y por su anciano esposo y porque Enrique vea cómo ella me cuida, acostó a la perra.

Cuando Aspa me ve mirar en la cocina si está o no está, me mueve el rabo, estoicamente, sin entusiasmo. Hoy se quedó sin dormir ni un ratito en la cama de Carmen.




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