lunes, 15 de julio de 2019

El ángel


Los mejores regalos a Quique por su santo se los hizo su ángel de la guarda. Los niños han aprendido a jugar al King, pero Quique, generalmente, se lleva el rey de corazones y todo lo que hay que llevarse. Tiene, encima, muy mal perder. La tarde de nuestro santo jugamos y por primera vez nos ganó a todos, para gran satisfacción suya. Eso sólo fue el aperitivo.

Como los niños ya son mayores, he vuelto a leer con escopeta con escopeta de plomillos para combatir la invasión de tórtolas turcas, torcaces y urrucas que padecemos. Alguien se me ha adelantado con las cotorras, que no hay, y vuelve a haber, qué bien, panarrias

El caso es que tengo terminantemente prohibido a los niños tocar la escopetilla. Pero era el santo de Quique y me pidió un tiro. Justo entonces en la casa del vecino de enfrente, con la calle por medio, en lo alto de una alta araucaria se posó una tórtola . Era un tiro imposible, y yo lo intenté tres veces sin que llegase ni a espantarla. Tengo una puntería mediana, he de decirlo, aunque no suene muy humilde, por el bien de la historia. Entonces, me decidí a dejar a Enrique que tirase. Cogió la escopeta fatal, con la culata bajo el brazo y guiñando el ojo equivocado. Tiró enseguida y, pum, a lo lejos, en la araucaria se levantó una nubecilla de plumones y la tórtola cayó de espaldas... al jardín de un (suponemos) espantado vecino.

El otro sorprendido era yo. Enrique lo veía lo más natural del mundo. Estuvo tan nervioso que se pasó dos horas sin poder sentarse, presumiendo de puntería y recordando la mala mía a todos los que venían por casa.

Me temo que a un ecologista no le haga mucha gracia pensar en un ángel tirador, pero no tiene otra explicación. Tirador y detallista.

1 comentario:

Dolores dijo...

Era una oropéndola y no una tórtola pero que no le pase (o sí) como a Miguel d'Ors