El ocio es el oxígeno del oficio, advertía Ángel Crespo, sabiendo que la pasión por el trabajo puede acabar asfixiando y dejándonos exánimes. Para trabajar mejor hace falta no trabajar mucho. Yo estoy de acuerdo, pero ahora vengo a la búsqueda de un tertium genus o, mejor dicho, de la palabra que lo defina, que el estado bien que lo estoy sufriendo. Se trata de cuando uno se sienta a trabajar y la voluntad y el horario cumplen su parte escrupulosamente, pero no se avanza nada, ausentes la mente y la ilusión. No es trabajo, pero es mucho menos todavía ocio. Estoy convencido de que esos momentos también son necesarios, algo así como el dióxido de carbono del oficio, pero qué irrespirables resultan.
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4 comentarios:
Sin resultados, ¿no se aprende? El trabajo desolado es la ascesis de la inteligencia.
A menudo los comentarios son lo mejor del blogg; sin duda, hoy. Me lo apunto: el ocio, el oficio y la ascesis. Muchas gracias.
El post-it de Enrique es bueno; con esa chincheta que le ha clavado encima Cavalcanti, impagable. Gracias a los dos.
¡El "post-it"! Lo has clavado, tú. Con la chincheta de C. ya no se nos despega, eh.
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