Carmencita se baja a decirle a tía María que la esperamos en el coche. Nos quedamos, a la sombra del aire acondicionado, Quique y yo. Me pregunta cuándo me hice novio de mamá: "¿A los diez años?" ¡No, Quique, por Dios! Pasó mucho tiempo y me costó mucho trabajo que ella quisiera, antes de conocerla y después. No hay nunca ninguna prisa, además. "¿Antes de conocerla?", me pregunta, vivísimo. Sí, le respondo, tuve algunas novias antes, pero no mucho antes, eh, ya mayor. "¿Cómo eran?" Una bajita y morena; otra rubia y con el pelo rizado, también bajita; otra alta y rubia, pero con el pelo rizado... "¡Cuántas novias!", dice en un tono que no sé si admirativo o recriminatorio o ambos. Algunas me dejaron y a otras las dejé yo y muchas más no me hicieron caso, pero todo fue estupendo porque, sin yo saberlo, unas y otras, me conducían a mamá, que es la mejor y la que importa. Por eso no hay que casarse antes de tiempo sin estar seguro de haber encontrado la definitiva; y luego ya te alegras de todo y estás agradecido a todas...
Me callo un momento y, dubitativo, le pregunto: ¿Qué te parece?
Se queda callado un rato largo y luego sentencia: "Una bonita historia".
Cuando llegan tía María y Carmen, ya estamos hablando de otra cosa.
* * *
[Cuadro de Quique: "Señor, pino y perro"]
1 comentario:
Preciosa historia. Quique tiene suerte.
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