Bajo más tarde a la playa, porque tenía que terminar una reseña. Me ve de lejos Carmen y se lo dice a su madre, que viene y me saluda, muy simpática y esponsal: «No lo he dicho yo, eh; lo ha dicho Carmen: "Mira, ahí viene papá con un polo muy feo"».
Me fijo en mi polo y, en efecto, es muy feo. Chillón. Fosforescente. Pero eso no es lo importante. Lo importante es que... ¡me lo regalaron ellas! Hago constar esa circunstancia. Y replican: «Fue hace dos o tres años». Pero está nuevo (lógicamente, porque nunca fui muy fan del polo).
Aunque ahora le estoy cogiendo cariño. Ha ascendido a aviso moral. Lo malo de seguir las modas es que éstas siempre te pegan el esquinazo más pronto que tarde.
2 comentarios:
Lo cual me recuerda a un chubasquero que me regalo mi entonces novia (hoy mujer) y que no me emocionaba demasiado; al cabo de un año ella lo detestaba y yo le había cogido el gusto.
Si tiene un arbolito bordado en el corazón, aguantará los rigores y sudores, dos temporadas como mucho. Sin embargo, como tenga un cocodrilo, será perenne y eterno, ya que esos polos (junto a los vaqueros Levi's) sobrevivirán incólume pandemias, holocaustos nucleares y miles de lavados con detergente económico.
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