Pemán nos cuenta chascarrillos de la censura de su tiempo, y qué divertidos resultan. Tal vez dentro de unos años nos ríamos del cambio de título de Los diez negritos de Agatha Christie tanto como ahora lo hacemos con lo que cuenta don José María Pemán. Por ejemplo, escribió Metternich, una obra teatral bastante política, y la mandó a la censura... y sólo le tacharon una cosa. Reunió de inmediato en su casa a un grupo selecto de amigos y les propuso una prueba. Leería la obra [que yo sospecho que lo reunió, en realidad, para esto] y ellos tendrían que adivinar qué era lo prohibido. Todos apuntaron un montón de cosas presuntamente merecedoras de la implacable censura franquista. Al final, lo censurado no lo acertó nadie. En una acotación se decía que el protagonista besó a la protagonista apasionadamente, y habían tachado con lápiz rojo el «apasionadamente».
Lo que trae a la memoria a Sánchez Dragó, que cuenta que de una novela suya en la que había una persecución policial trepidante, con muchos tiros y carreras, el censor había tachado apasionadamente toda la escena y escrito en el margen: «La Guardia Civil española nunca falla un tiro».
Sigue Pemán contando que en un guión cinematográfico sobre La Gitanilla le habían prohibido el refrán: «A Dios rogando y con el mazo dando», no sabe él si fue la oración o el trabajo lo que había resultado inmoral. Esta vez, sin embargo, yo entiendo al censor.
Una vez, confesándome con fray Melchor, de los Mercederios, le pedí sus oraciones para que Leonor y yo tuviésemos el hijo que no nos llegaba. Suspiró y me replicó, con su santa sabiduría: «A Dios rogando/ y con el mazo dando». A duras penas pude resistir la risotada. Desde entonces, el famoso refrán se me ha llenado de un vivísimo sentido. Tanto, que siento una secreta afinidad con aquel censor franquista.
6 comentarios:
Al hilo de esta entrada le dejo la réplica que hizo el director de cine y cuñado de Julián Marías, Jesús Franco, a la Junta de Censura: «A vosotros [el terror] os parece una gilipollez y os meáis de risa cuando se os habla de castillos misteriosos y gatos negros. Y ahí sí que no os metéis con nada mientras no se vea ni una teta.»
Obviaban los censores que en las películas de terror se suele matar con saña, alevosía y derramamiento del símbolo de la vida que es la sangre. También omitían que el quinto mandamiento es anterior al sexto porque es de mayor gravedad.
Así que en España, se podían ver toda clase de slashers, leer novelas y artículos truculentos (como los del periódico El caso) pero los besos no podían ser apasionados.
Cuentan que eso le dijo Laureano López Rodó al entonces Príncipe de España, luego rey don Juan Carlos, cuando éste se lamentó de no tener más que dos hijas y aún ningún varón.
Y... ¿Ora et labora?
Qué buenos comentarios. Gracias.
Espléndido texto. Humor del que tan necesitamos estamos. Gracias!!!
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