lunes, 3 de julio de 2006

Ojo de Dios

El otro día, en un comentario, habló Arp de la mirada de Dios como culminación del amor. Era una idea a la que yo no le tenía especial cariño, creo que porque el símbolo del Ojo de Dios, ese triángulo con un ojo dentro, no me atrae nada en absoluto. Algo en mí lo rechaza, y no debo de estar muy equivocado teniendo en cuenta cuánto gusta a los masones.

Pero como Arp tiene a su favor el argumento de autoridad, lo he pensado dos veces y he llegado a la conclusión de que mi problema es el medio del mensaje. Esto es, que el rechazo es a la representación iconográfica del concepto: al reflejar un ojo exento y una geometría estricta tiene un punto macabro. Sin embargo, en palabras, en poesía, la idea es hermosa y precisa, verdadera.
Justamente, Arp citaba como ilustración de su idea el magistral poema "Esposa" de Miguel d'Ors:

Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando, siento
confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero, alguien
acaricia mi vida con tus manos y pone
en cada beso tuyo su latido.
Alguien que está fuera del tiempo, siempre
detrás del invisible umbral del aire.

En cambio, esta coplilla, grabada en su cuadro de la Catedral de Segovia por Ignacio de Ries, está todavía un poco contagiada del género pictórico:

Mira que te as de morir
mira que no sabes quando
mira que te mira Dios
mira que te está mirando.
Antonio Machado retomó el asunto, dándole un giro metafísico de mucho interés:

Dijo Dios: Brote la nada.
Y alzó la mano derecha
hasta ocultar su mirada.
Y quedó la nada hecha.

Nadie elige su voz, y Julio Martínez Mesanza prefiere una forma épica y un trasfondo ético, que complementan la intimidad trascendida de d'Ors:

Tus ojos, los que veo en el combate,
los que me miran cuando me ensangriento,
los que antes de acusar me han perdonado.
No sé por qué me espían esos ojos
que están en todo, vigilando siempre.

Mario Míguez, último deslumbramiento mío, mira esa mirada con la hondura de una oración y el ritmo de una letanía:

Tu mirada está en mí desde que existo
y cómo me sostiene tiernamente:
me dan vida tus ojos invisibles.
Sólo soy lo que soy porque me miras.
Sólo porque me miras sigo siendo.
La raíz de mi ser es tu mirada:
es el centro de mi alma, aunque tus ojos
mientras dure mi vida estén ocultos
siempre a infinitos sueños de distancia.

Ahora lo tengo claro. La representación gráfica olvida que los ojos de Dios están ocultos. Y otra cosa que nos recordó el indispensable Machado: los ojos no son ojos porque los vemos, son ojos porque nos ven.

10 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Por favor, no me consideres una autoridad, que si no no podré decir mis tonterías a gusto en tu blog.
También creo que el ojo de Dios es una imagen poco agradable, quizá porque se le ha solido atribuir una misión de vigilancia policial.
Los deístas no aceptan a un Dios encarnado y por eso la imagen de un ojo que todo lo ve (hay que recordar también a Saurón en ESDLA de Tolkien) acaba significando vigilancia, porque no se tiene en cuenta que Dios es amor; porque el amor de Dios se revela en Cristo.
Más claro queda todo si caemos en la cuenta de que Dios se revela en Cristo y ahí sí que nos podemos hacer una idea de la mirada de Dios. Por ejemplo: al joven rico "le miró con cariño". O cuando mira a Pedro después de que éste le negara tres veces: estoy seguro de que también le miró con cariño. O cuando mira a María Magdalena nada más resucitar.

Otra cuestión es el deseo nuestro de mirar a Dios. Una copla que le cantaban a Santa Teresa y que la sumía en éxtasis:
Véante mis ojos
Dulce Jesús bueno
véante mis ojos
muérame yo luego.
¡Y qué bueno es el poema de D'Ors! También es muy bueno el de Martínez Mesanza.
Y si esto no es un sermón, que baje Dios y lo vea.

Anónimo dijo...

Me ha parecido brillante tu pequeña anología de la mirada de Dios. Y creía que en algún momento hablarías de Cristo, como ha hecho Arp... El Hombre que amaba con los ojos. Me da incluso miedo la total coincidencia con él, ya que la copla de santa Teresa la tengo metida en los oídos, con música y todo, una música renancentista que no sé de dónde viene...

Anónimo dijo...

Hablar de ojo de Dios sí connota cierta vigilancia y recelo, como si fuera un ojo que espía por la cerradura del alma. Yo más bien hablaría de los ojos de Dios, en plural, porque supone una mirada abierta, comprensible y creadora:
"sólo soy lo que soy cuando me miras"

E. G-Máiquez dijo...

Totalmente de acuerdo con el plural de Edu Solá que reconvierte esa mirada, y de la humanización de Arp (y su oportuna contracita de Saurón) y con la música renacentista de Llir.

El blogg lo escribimos entre todos y lo mejoráis vosotros. Ahora ya empieza a tener una mirada estereoscópica, con verdadero relieve. Gracias.

Corina Dávalos dijo...

Muy buena recopilación. Hay una mirada que aún no se ha mencionado y que Juan Pablo II describió en su Carta Rosarium Virginis Mariae, la mirada contemplativa, los ojos del corazón que se reflejan en la mirada de la Virgen en ese doble movimiento de mostrar y ocultar que tan bellamente describe D'Ors.

"Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo"; "Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo (...) Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás de Él. Será a veces una mirada interrogadora (...)será en todo caso una mirada penetrante, capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones (...); otras veces será una mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz, donde todavía será, en cierto sentido, la mirada de la 'parturienta', ya que María no se limitará a compartir la pasión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella (cf. Jn 19, 26-27); en la mañana de Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección y, por fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14)."

Bukowski dijo...

Interesantísima pequeña antología, Enrique. Nunca deja uno de aprender leyendo tu blog. Yo también había sentido a veces los ojos de alguien más detrás de los de aquella a quien quería. Ahora los veo en el florecer del mundo, en el sol nuevo de la mañana. De algo así hablo en mi último poema, que me gustaría que corrigieras alguna vez -está en mi blog-. Una suerte que D'Ors lo expresara mucho mejor que yo, y una suerte es descubrir una y otra vez que la poesía de "los buenos" es siempre uno mismo.

Carlos RM dijo...

Un tema capital, la mirada, el ojo, los ojos de Dios, motivo de la selección de esta entrada. Para enrique-cerla [Inma dixit /saludos a Carmen Calvo] copio unos versos de Carlos Bousoño, de su poema Miedo de Dios [de Subida al amor, 1945]. Bousoño tiene, para mi gusto, preciosos poemas religiosos, desgarrados pero potentes:

Ah, Dios mío: ¡qué triste me miraste,
con cuánto amor me viste ciego
por temer sombra donde se desploma
la luz de todo el universo!

Jesús Beades dijo...

para el tema del "ojo de Dios" recomiendo la peli de Woody Allen "Delitos y faltas".

Ángel Ruiz dijo...

¡Es verdad! en Delitos y faltas está el tema de la mirada de Dios, pero muy antiguo Testamento: un rabino que se queda ciego, un criminal -que es oculista- que no sabe si Dios le mira o no.
Cuando vi la película la relacioné con el Edipo Rey de Sófocles: Edipo que ve realmente quién es cuando se queda ciego,y que era ciego buscando la verdad que los dioses acaban mostrándole.
Grandísima película

Bukowski dijo...

Es cierto, yo tampoco había pensado en Crimes and Misdemeanors.