miércoles, 13 de septiembre de 2006

Exenta

Corro el riesgo en el artículo de hoy de que mi prosa, como un alud, termine sepultando la extraordinaria cita de Eugenio d'Ors. Aprovechemos el blogg para grabarla aquí, libre de aditivos y conservantes:

Todo respeto es poco para la verdad. Toda codicia es poca, de la verdad.

7 comentarios:

Jesús Sanz Rioja dijo...

Bueno, has conseguido que leamos el artículo. Muy agudo, la verdad. El cuerpo se sostiene por sí solo, pero cuando descubres la motivación (al final) te transportas de gozo.

Juan Ignacio dijo...

Muy buena reivindicación.

A propósito de la línea tomada por Mora-Fandos, te cuento que he leído que el concepto hebreo de la verdad (Emet), a diferencia del griego, no se basa en la evidencia de la razón sino en la confianza en el testigo que me la cuenta.

Jesús Beades dijo...

la evidencia de la razón también es confianza en el testigo que me la cuenta.

Juan Ignacio dijo...

A lo que dice Jesús:

En un sentido sí, porque lo que me cuenta el testigo no contradice la razón. Pero no siempre puedo hacer yo el proceso racional y llegar a esa verdad, y necesito de alguien que me la haga conocer (para luego aceptarla por razonable).

Pero puede haber confusión en lo que dije, ya que es muy probable que yo no haya usado las palabras correctas, que sí utilizó el teólogo y cardenal Jean Daniélou en el libro "Dios y nosotros". Las buscaré.

Juan Ignacio dijo...

Lo encontré:

(...)Quiere significar la veracidad de Dios, emet. Esa realidad no consiste, para la Biblia, en el hecho de que Dios ilumine la inteligencia, sino en el hecho de que se puede descansar en él tranquilamente. Y esto es capital en la concepción bíblica de la verdad, que no se apoya sobre la evidencia del objeto conocido, como para el griego, que la simboliza por la luz, sino sobre la solidez del testigo que la da a conocer.

Jean Daniélou en "Dios y nosotros".

La diferencia es más sutil que la que yo planteé, lo reconozco.

Jesús Beades dijo...

Mi frase se fundamenta en la idea de Chesterton, desarrollado en su Santo Tomás de Aquino, de que la única confianza que se nos pide para una sana filosofía es la confianza en los sentidos: lo que vemos. Cuando nos apoyamos en la razón -y debemos hacerlo- estamos confiando en otro testigo, después de los sentidos, la luz (poca o mucha) de nuestra inteligencia, que ordena lo que percibimos, y que la puso ahí para algo el Creador.

Juan Ignacio dijo...

Pues genial. Podríamos intentar (imprudentemente) unir a Santo Tomás (y su influencia griega) con el pensamiento bíblico.

De ese modo, la razón sería un testigo sólido que nos da a conocer la verdad.

(Aunque creo que Daniélou se refiere a una persona humana o divina cuando dice un "testigo").