lunes, 18 de septiembre de 2006

Maletero

Freud haría su lectura freudiana, como es natural, aunque yo prefiera una cervantina: ver tantas películas ha acabado por reblandecerme el cerebro. El caso es que cada vez que abro el maletero de mi coche en presencia de un amigo o de mi mujer, tengo una punzada de inquietud y unos instantes de suspense —mientras va subiendo la puerta— hasta que compruebo con alivio que allí dentro no hay ninguna prueba de ningún delito.
Un sentimiento parecido a cuando alguien me dice que va a leer uno de mis libros, pero más intenso.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

qué razón tienes con lo del maletero. El otro día tuve una sensación parecida: salí de la cocina con un buen cochillo y me convertí de pronto, para mi sorpresa y sobre todo de mi vecina (unos 80 años), en un destripador implacable

Carlos RM dijo...

El maletero, el armario, el cuarto de baño, la agenda, el primer cajón de la mesilla de noche... Esos lugares donde a veces nos escondemos. Y donde a veces nos descubren. Como la literarura.

Anónimo dijo...

mora-fandos, qué razón tienes: se lo diré también, de tu parte, a mi vecina

carlos, en esa pequeña y precisa enumeración que haces está la semilla de un buen poema.

Anónimo dijo...

Ah! Ah! Ah! a gente ri-se só de pensar e enquanto se ri espalha o vírus das aves e empesta meio mundo e depois vai para casa, liga o televisor e revê Os pássaros, como aperitivo para o jantar.

B

Corina Dávalos dijo...

Muy agudo, yo me sorprendo cada día disimulando ante los controladores del metro, mientras juego con el billete de marras que llevo siempre en el bolsillo...
Si no fuera por la realidad, muchos seríamos protagonistas de una película de Hitchcock. Gracias, realidad!