martes, 30 de enero de 2007

Reciclaje

Por fin ayer cumplí al menos uno de mis propósitos de Año Nuevo y ordené los armarios del Departamento. Qué de papeles para reciclar y, entre ellos, una primera versión de Casa propia. Como corrijo en el ordenador y grabo encima, había perdido los poemas que deseché para la versión final. Me los encuentro ahora. Y me alegro. Me alegro, por supuesto, de haberlos desechado, aunque también porque éste, sólo para el blogg y para solidarizarme con Fernando do Vale y compañeros opositores, se puede copiar aquí:
OPOSICIONES

Me he comido las uñas y los años
en ese oficio falso:
opositando.
Las mañanas de invierno, las tardes de verano
se transformaban (dentro de mi horario)
en un reconcentrado lago helado
en donde, solitario,
pasaba yo mis días, salmodiando
con un ritmo sonámbulo
fechas, artículos, decretos, plazos,
fechas, artículos... De vez en cuando,
el rollo se rasgaba por el rayo
repentino de un verso. Radiante y asombrado,
lo apuntaba en el margen: sumé así dos poemarios
que fueron lo mejor de aquellos años.
¡Imaginaos
cómo sería --¡cómo fue!-- lo malo!
Pues eso, el cáncer del cansancio,
el miedo rutinario,
escuchar --como siempre-- el paso
del tiempo --que pasa de largo--
y el ver cómo mis planes eran planos
que acercaban a un sitio cada vez más lejano.

(Muchas tardes, después de haber sacado
la oposición, recuerdo aquellos años
y a veces me pregunto: ¿qué ha cambiado?)

5 comentarios:

Enrique Baltanás dijo...

No sabes hasta qué punto es oportuno el que cuelgues hoy este poema rescatado. Y oportuno para más de uno de tus lectores. Además es muy bueno. O precisamente por eso.

Rictus Morte dijo...

Sí, porque yo ahí ando desde hace años, opositando. Pero me gusta el final, porque siempre procuro pensar que aunque la situación de un opositor no es la más deseable en la vida, se puede ser tan feliz opositando como haciendo cualquier otra cosa. Por eso me gusta ese ¿qué ha cambiado

Corina Dávalos dijo...

Desde luego, mutatis mutandis, yo me lo aplico a los años de tesis. Y por ahora, salvo los consabidos buenos hábitos de estudio y de trabajo, (y el alemán, claro) creo que estos bloggs -y lo que propician- serán lo mejor de estos años de vida quasi-monástica.

Anónimo dijo...

De alguna forma estamos condenados a opositar continuamente, cada día. Yo, como Anacó, lo traigo a mi terreno, a mi tesis (he vuelto con ella como un novio arrepentido y espero consumar este año previo matrimonio académico), y pienso que cuando la acabe vendrán otros retos, otras cruces... Y será buena señal. ¿O no?

Ah, y no pierdas los poemas no escogidos para publicar (en papel): ¡es potencial trabajo para archiveros!

Jesús Beades dijo...

Pues lo siento por ti, Enrique. No recuerdo si ese poema, pero sí muchos otros están recogidos en una cinta de audio que se grabó en un bar de la calle Torneo de Sevilla en el que recitaste, en un ciclo que organizaba David J. Calzado. Tengo otro recital también de Pepín.