VARELA.- PAISAJES Y RETRATOS
El asesinato de Marita Llopis
"El Día", Alicante, 8 de junio de 1935
Varela—paisaje amarillo y azul: peña pelada del Benacantil y mar rizado: luminosidad; luz tamizada por verde de almendros y parrales—, Varela: concreción en el lienzo del alma del paisaje alicantino, ha expuesto en el Ateneo una colección de cuadros: retratos y paisajes: dominan aquellos por su tamaño, estropean la exposición por su carencia de alma, de vida…
En los paisajes de Varela, a través del color, de la tela, vibra algo —alma decimos nosotros los que creemos que las cosas tienen alma—; en los retratos que pinta Varela, en lo que copia que tiene un alma percibible a todos, lo que vibra, lo que conocemos con movimiento propio, la figura está muerta: no es extatismo; es frialdad de carencia de vida interior; es falta de… alma; es muerte.
Todos sabemos que Varela no sabe pintar retratos: cuantas veces lo ha intentado, le ha seguido a su obra el fracaso. Pero en las otras exposiciones, el retrato fue algo así como un intento —desde luego, frustrado—. Ahora predomina el retrato, si no por la cantidad, por el tamaño y por la carencia de arte.
Es esta la peor de las exposiciones de Varela: sus paisajes no superan a los que ya conocemos: son unos un remedo de sus magníficas audacias impresionistas. otros casi una caricatura de sus magníficos juegos de luz.
Los retratos ¡impresionistas? No. Desacierto. No llamemos con nombre impropio alguno lo que es carencia de facultades en el autor: los retratos, un desacierto; ni siquiera el de Carmencita Raggio se salva. Infiltrar, marcar el carácter, la personalidad del autor, no consiste en deformar, en falsificar el alma de la persona retratada, en matar lo que es vida en aquello que se retrata, y eso es lo que Varela hace con sus retratados: los mata, mejor los… asesina.
Pero el asesinato con todas sus agravantes se muestra en una tela que en el catálogo se dice es el “Retrato de Marita Llopis”.
Marita Llopis es una chiquilla guapa: carita de gloria —diríamos en verso—, de talle flexible, de andares de reina española: Marita Llopis, sonrisa, melodía, luminosidad levantina, es algo que nos hace sonreír también: a su paso sentimos como una caricia de felicidad, un aura leve, perfumada que besa y refresca nuestras mentes sudorosas.
Y en el retrato ¡impresionista? nos presenta una mujer, carita de tonta —la tonta de cualquier pueblo—, en una postura forzada —Marita Llopis es toda naturalidad, elegancia—, en una actitud de misticismo idiota.
En el retrato no hay más que un pequeño detalle —¡tan pequeño y tan lejano!— del mohín característico de Marita, de su manera de colocar los labios.
Nosotros hemos observado a Marita Llopis en las horas de paseo, bajo las palmas de la Explanada; en las horas del trajinar en el hogar, en los momentos en que, religiosa, creyente como buena española, doblaba sus rodillas ante el altar; siempre, siempre resplandecía en su rostro una luz —sonrisa— de dicha, de alegría, tenue, fina, aristocrática, propia de su temperamento selecto: nunca, nunca la hemos visto como nos la “impresiona” el cuadro de Varela.
Varela no ha comprendido el alma de Marita Llopis; Varela, temperamento materialista, no puede comprenderla, y artísticamente, la ha asesinado.
Tengo un amigo íntimo, inseparable, que es poeta; está escribiendo desde que ha visto el cuadro a que nos referimos un romance que se titula “El horroroso crimen del pintor Varela”.
¡Pobre Marita Llopis: lo que han hecho con su carita bonita, con su cuerpo juncal y su sonrisa tan bella!
-----------------------------------------Rogelio López
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Marita Llopis era mi abuela. Alguna vez nos contó la historia del retrato y la reseña, y todavía sentía mucho la que le dieron al buen pintor Varela a cuenta suya. Todo aquello le pareció horrible, sí, sí, pero ahora, entre sus papeles, ha aparecido, muy bien doblado, “El Día” del 8 de junio de 1935.
2 comentarios:
Hermosa anécdota.
Con la descripción de López dan unas ganas locas de conocer a tu abuela.
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