El nubarrón, el vendaval, el trueno,[Las negritas, o azulitas, son naturalmente mías.]
el remolino, el rayo.
Todo eso para el alma es bueno
porque es agua de mayo.
Daba gusto leer a Aquilino --era otro regalo-- mientras la lluvia regaba blandamente el jardín. Y qué difícil ahora escoger un poema nada más para acabar esta entrada. Copiaré el que más me autorretrata, al menos en las intenciones. Ahí va:
.......PASATIEMPOS
Paso el tiempo leyendo y haciendo solitarios,
viendo películas antiguas,
jugando al toro con las musarañas,
con la idea de que los versos
que he de escribir aún se escriban ellos solos,
mientras duermo la siesta, por ejemplo.
Fueron malos mis años de alimaña errabunda;
me dejaron secuelas en el alma.
Luego he tratad0 de que lo que quería
para todo el país, para toda la tierra
fuera al menos posible en unos pocos
metros a la redonda.
7 comentarios:
Tus palabras vienen como las gotitas que cayeron el sábado en la Sierra de Aracena, movilizada contra la amenaza de una autopista psoez. A Cioran le tenía manía por un aforismo en "De l'inconvénient d´être né". Luego me reconcilié con él cuando su nihilismo congénito lo volvió contra la modernidad.
Me gusta mucho el final del poema, lo de los pocos metros a la redonda.
Bien visto, Ángel. A mí también me parece la joya del poema. ¡Y lo mucho que exigen esos pocos metros!
Esos metros son Notting Hill. Son la vida y la sangre. Bravo por Aquilino.
Jo con Beades. Es capaz de crear siepre una interesante polémica. Porque yo, en cambio, no había interpretado esos metros como un Notting Hill, sino más bien como una Viñamarina, o sea, como una parcela más que como un barrio. Menos metros cuadrados, en definitiva. Habría que preguntar a Aquilino cuántos. El tema, como todos los que levanta Beades, tiene su aquel.
Pues ese verso a quien hay que elogiár4selo es a Valente, que en un poema a un quídam le dice :"famoso en unos cuantos/ metros a la redonda". Cujumque suum"
¡Qué lindo ese último del sr. Duque!
A riesgo de medio colado quiero decir que me gusta más esto de unos "metros a la redonda" que aquel "metro cuadrado" del que nos predicaban en los retiros (preocuparse por el metro cuadrado, decían; hacer en él, como dice el bello poema que citas, que lo dice mejor, lo que querés para el mundo).
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