domingo, 1 de marzo de 2009

Muy alejandrino

Que los premios se apremian a premiarse a sí mismos.

8 comentarios:

Alejandro Martín dijo...

Brillante artículo, Enrique. Quizá parte del problema sea que los premios artísticos se empeñan en emular a los científicos: éstos recaen en quienes han contribuido a un descubrimiento que mejora la vida de los seres humanos (vacunas, virus, genes...) Pero el arte es distinto: ningún microscopio revela la "salubridad" de una actuación, película, cuadro o poemario. En estos casos es necesaria siempre una apuesta. Pero, claro, eso requiere tener valores por los que apostar...

Anónimo dijo...

Triste España que en vez de alegrarse del éxito de nuestros compatriotas arremete con impiedad contra ellos. Ya quisiera usted Sr García Máiquez tener algo del talento de Woody Allen. Y que quiere que le diga entre Penélope Cruz y el santo Escrivá me quedo con Penélope. Salud.

Anónimo dijo...

Hombre Santiago, no te pongas así.

Anónimo dijo...

¿Que arremete con impiedad? Me parece que usted ha leído otro artículo.
En cuanto a las diferencias de talento, la verdad es que nunca pensé que fueran una razón para no tener (o tener que ocultar) juicios propios. Si resulta que es así, ya quisiera usted Sr Flores tener algo del talento de Enrique García Máiquez.
(Añadiré que me cuesta tanto imaginar al autor de este blog rodando una película como a Woody Allen escribiendo poesía).

AFD dijo...

Para bien o para mal, Enrique, eso de los premios nos viene desde hace mucho tiempo... Sólo recuerda cuántos óscares ganó Sófocles. Y digo yo que es mejor ganar un premio, que ganar de escribir encomios a los ganadores, como Píndaro. Y sin embargo...

Alfredo

Inma dijo...

Muy de acuerdo, Enrique.
En este país la hipocresía a veces se esparce como la pólvora. Los mismos que repudian a EEUU montan una fiesta nacional cuando Hollywood encumbra a Pé y entonces, sólo entonces, la nombran "hija predilecta".
También me gustó mucho Slumdog...Este año hemos tenido unas pocas películas buenas. ¡Y ya es mucho!

Jesús Beades dijo...

Caray, Santiago Flores, quédese con Penélope para ver sus películas (si le gustan), y con Escrivá para meditar sobre el pecado, la virtud y esas cosas (si le gusta hacerlo, y en el estilo del aragonés). Y en paz.

Pero no veo que Enrique se meta con la Cruz (nunca mejor dicho), sino con los premios como mecanismos de autobombo, y como algo que tiene poco que ver con el arte, en el fondo.

Mola tener comentaristas hostiles. Ay, qué envidia.

E. G-Máiquez dijo...

Muchas gracias a todos, incluso a Alejandro Martín Navarro y AFD que, con sus atinados comentarios, muestras las flaquezas de mi artículo. Cierto, Ale, que hay también una envidia a la ciencia y a sus premios mensurables. Y, ay, Alfredo, cuánta razón tienes que la cosa viene de lejos, aunque entonces el premio tenía algo de sagrado que le daba gravedad. Ahora en cambio son, como bien ve Beades y el muy talentoso Woody Allen -que ni va a recogerlos- un montaje de marketing.