jueves, 13 de agosto de 2009

Crucifijación (una pesadilla)

Pensé subtitular mi artículo de hoy como esta entrada: una pesadilla. Pero me pareció quitarle hierro a la Crucifijación, que es lo que importa, y lo dejé en el título. Ahora me alegro, porque en el intervalo de tiempo que media entre enviar mi texto a la redacción y leer el periódico, Caamaño se ha descolgado con otras declaraciones, ahora negando la objeción de conciencia al aborto de médicos y enfermeros. La cosa no era tan pesadilla, por desgracia... Mientras tanto, no deja de tener su interés pedagógico: el que quita un crucifijo enseguida niega la conciencia del prójimo.

17 comentarios:

Gonzalo dijo...

Acertadísima la columna de hoy. Pero esto no acaba aquí, me temo. Casi que ni ha empezado.

Alvaro dijo...

No deja de ser curioso que los que defienden la "libertad" a toda costa, son los que "obligan" por ley a hacer lo que ellos "mandan". Bonita la ibertad, supongo.
En un alarde descarado de aniquilar todo lo que huela, según ellos, a Iglesia católica, estos tipos se están pasando un poco. Comienzo a tomar como opción válida el exilio que, de momento, lo haré sólo mental y en El Puerto de Santa María desde mañana mismo. Sólo nos falta una subida de impuestos a la vualta de vernao y ya lo bordamos.
Enrique, con perdón, joder qué tropa nos ha tocado.
Feliz 2010 o 2011 no se.

E. G-Máiquez dijo...

Gracias. Gonzalo, yo también me lo temo, literalmente. Cada vez que se habla de exilio, Álvaro, me acuerdo de esto.

Ignacio dijo...

¿De verdad no ves la diferencia entre un crucifijo presidiendo la clase y un profesor que resulta ser cristiano impartiéndola? ¿entre enseñar a San Juan de la Cruz o enseñar el nuevo testamento?

Jesús Sanz Rioja dijo...

Y lo peor es que no se encuentre absolutamente nadie, en la oposición política, capaz de soltar esa frase (la última de tu entrada) al ministro.

Tomás Salas dijo...

Imaginemos

Como dice Jonh Lennon con su melodía dulzona y su letra un poco tópica, imagine. Imagina, imaginemos un mundo donde las propuestas laicistas se llevan a cabo hasta sus últimas consecuencias. Esto es: una sociedad donde las manifestaciones del Cristianismo no fueran nunca públicas y estuviesen siempre reducidas al ámbito de lo personal o, en todo caso, del pequeño grupo. Este mundo imaginario ya se ha comenzado a construir retirando, por ejemplo, los crucifijos de las escuelas. Pero sigamos con el experimento. Quitemos las fiestas que jalonan el calendario y, de alguna manera, nos organizan el transcurrir de todo el año: Navidad, Semana Santa, fiestas patronales. Además de borrarlas del calendario (podrían sustituirse por antiguas referencias paganas, como se hizo tras la Revolución francesa) eliminemos las manifestaciones públicas que conllevan: procesiones, villancicos, pastorales, belenes. Sigamos con el experimento y quitemos los nombres de raíz cristiana de personas, lugares, instituciones, empresas. Nos será muy difícil, aunque sí un poco engorroso, sustituirlos por nombres laicos y neutros. Suma y sigue. Eliminemos, puestos a eliminar, lo que el Cristianismo ha aportado al pensamiento, a la literatura, al arte, a la cultura en suma. Es decir, echemos a la hoguera La Divina Comedia, El Quijote y alguna otra minucia y aproximadamente más de la mitad (un cálculo generoso) de arte occidental de todos los tiempos. De caminos clausuremos todos los centros e instituciones desde los que la Iglesia realiza su labor social y educativa: residencias de ancianos, centros para enfermos de SIDA, de rehabilitación de toxicómanos, albergues, escuelas, universidades. Todas estas funciones las puede realizar el Estado sin ningún problema.

Y, para terminar, la guinda de este experimento: eliminemos la raíz de todo este tinglado, lo más molesto y engorroso: el concepto cristiano de persona y la dignidad radical que se deriva de este concepto. De un plumazo, como por arte de magia, nos hallaremos en una situación de libertad pareja a la del paganismo precristiano, en el que era posible y lógico el esclavismo y en el que los niños deformes recién nacidos podían ser sacrificados (nada tienen que envidiarle, por cierto, las hazañas del paganismo moderno, por ejemplo los Gulag soviéticos o el exterminio nazi de los judíos). Eliminando esta rémora nada nos impide el aborto libre, una eutanasia generosa y cualquier experimento con la vida humana. Igualmente queda abierta cualquier posibilidad, incluso las más imaginativas, de relación sexual o estructura familiar.

Es decir, el experimento imaginario de una sociedad radicalmente laica, a la que muchos quieren caminar como hacia una utopía, es la labor de sacar de una caja objetos que creemos inservibles. Sacamos uno y otro y otro. Al final, descubrimos que en la caja no había otras cosas y que ahora sólo nos queda... el vacío.
En www.conoze.com

cs dijo...

....Y por una buena razón: es imposible responder coherentemente mientras se mantiene el núcleo de la mayor parte de las tradiciones religiosas. Los distintos dioses a los que la gente adora son simplemente demasiado pequeños para el universo en el que vivimos, lo cual no es una sorpresa una vez aceptado la verdad bastante obvia de que somos nosotros quienes hicimos a los dioses a nuestra imagen, y no al revés.

Enrique Baltanás dijo...

Lo primero que pienso hacer cuando vuelva al instituto es colgar tu artículo en la sala de profesores. Y no descarto imprimirlo en fotocopias y repartirlo en forma de octavillas.
La aportación de Tomás Salas no tiene desperdicio.

Gonzalo dijo...

En lo de valorar el exilio, Álvaro, tengo un conocido, que ha sido medio jefe mío, que suele repetir una cosa que yo al principio le tomaba a broma pero cada vez me resulta más seria. Siempre dice que él está deseando jubilarse por una razón principal: Para irse de España, él y sus impuestos, para no seguir manteniendo a esta panda de... bueno, en honor al lugar en el que estamos dejo los puntos suspensivos y cada cual lo rellene.

Hace unos días, en el programa de radio "La Estrella Polar" leyeron un correo electrónico de un oyente que decía que estaba tan asqueado de la situación política, pero también social y educativa que vivía en España, que había vendido todo lo que tenía y se había trasladado, con su familia -no recuerdo el número de hijos, pero muy numerosa- a una casa de campo en el Reino Unido.

¿Tendremos que valorar esas salidas? Yo personalmente me he planteado seriamente el irme a vivir a Portugal y mantener mi trabajo en España. Pero al final siempre acabo pensando que los que deberían irse son ellos y que aquí aguantaremos, aunque tengamos que morir de asco y de pena.

En fin... creo que es un comentario demasiado pesado para la hora que es y el hambre que tengo, y que lo trasladaré como una entrada a mi bitácora.

Saludos.

Máximo Silencio dijo...

Buenísimo el post, y todo esto lo hace papá estado, que como siempre los crucifijos le dan dolor de cabeza, aunque a los demás no sirva de analgésico ante los sinsabores de la vida.

Anónimo dijo...

Que extraño. Yo deseando llegar a España, a mi patria, llena de defectos,sin remedio ni solución, sí, pero mia, mientras otros hablan de ¿exilio? ante una situación social, educativa, cultural y política catastrófica.

Quizás la situación sería diferente si las elecciones las hubieran ganado otros. Entonces habría que oir a los mismos si alguno de los antagonistas se les ocurriera hablar de marcharse de España ( alta traición), de politización de la vida social(alejados de la realidad y sin valores éticos), o por ejemplo del coñazo que supone asistir a un desfile militar( antipatriotas).

Y lo mejor es que nos gobiernan los ciudadanos que nosotros hemos votado. Si no nos gustan, si pensamos que no lo hacen bien, si no estamos de acuerdo,esto es sencillo, defiende tus ideas, posiciónate y vota en consecuencia. En una palabra, haz lo que puedas por cambiarlo, porque es nuestro derecho y si me apuran, nuestro deber.

En fin, África a un lado, al otro Asia y a mi frente un canal y después España.

Saludos.

Manupé.

Ramiro Rosón dijo...

Negar a los médicos la objeción de conciencia al aborto me parecería escandaloso; un gesto más propio de un totalitarismo que del orden constitucional. Tengo la sensación de que el ministro de Justicia cree que los derechos fundamentales, en vez de ser derechos inherentes a la persona que debe proteger el Estado, son meras concesiones del mismo, que se pueden ampliar o reducir según le apetezca a los dirigentes de turno, lo cual es una idea antihumana y antihumanista.

Como bien dijo uno de los comentarios anteriores, crear una sociedad absolutamente laica sería descabellado. Nos privaríamos de los aciertos de la Iglesia y de sus aportaciones a la humanidad con la supuesta intención de acabar con sus errores.

Anónimo dijo...

El artículo es brillante, pero se me ocurre un contraejemplo. En el País Vasco (huy) hay muchos centros inicialmente privados (ikastolas) que ahora forman de la red pública y, con todo, continúan exhibiendo símbolos nacionalistas (vascos). A mí no me gusta especialmente, pero ¿se podrían acoger a tu defensa de esos otros símbolos, Enrique? La situación me parece perfectamente análoga...

Rafael G. Organvídez dijo...

La aportación de Tomás Salas esta perfectamente descrita en la novela de Robert Hugh Benson, "Señor del mundo", una distopía donde han triunfado el laicismo y el humanismo sin Dios. Novela muy recomendable.

Gonzalo dijo...

Manupé, posiblemente habría quien se comportara como tú dices si el color político fuera otro.

No es mi caso. El problema es mucho más profundo que eso.

A ese respecto leía esta misma mañana una interesante columna:

http://blogs.periodistadigital.com/pedrodehoyos.php/2009/08/08/iy-que-mas-da-si-cambia-el-gobierno-


Saludos.

LFU dijo...

Muy buen artículo, Enrique. Lo divulgaré todo lo que pueda.

Un abrazo

José Miguel Ridao dijo...

Es curioso, porque he leído tu artículo y a continuación he seguido con mi lectura de "El hombre que fue jueves", topándome con la siguiente frase, al final del capítulo 7, cuando Professor de Worms persigue a Mr. Syme, como en una pesadilla: "The devils might have captured heaven, but they had not yet captured the cross". No me negarás que es sorprendente, todo cuadra: Chesterton, la pesadilla y los modernos anarquistas tratando de derribar el último símbolo.