miércoles, 16 de septiembre de 2009

Textual

Estábamos pasando un fin de semana en Zufre, en la casa de Aquilino Duque y el domingo decidimos hacer una excursión. Oiríamos misa en cualquier pueblo de la carretera.

En el coche, como venía ni que pintado, recordé que a la vuelta de un viaje Leonor y yo nos encontrábamos en la misma situación y paramos en un pueblo de la provincia de Sevilla para buscar una misa. Preguntamos a una pareja que paseaba por allí con una niña:
—Oigan, perdonen, por favor, ¿podrían indicarnos dónde hay una misa?
—A ver —se pararon a pensar parsimoniosamente, —ah, sí, dos calles más p’allá hay un cajero y se puede sacar dinero con una visa.
—No —sonrió Leonor, saliendo antes de la estupefacción. —Queremos una “misa”.
—Ah —replicaron, —si cogen a la derecha to seguío encontrarán un italiano y allí dan pizzas, pero todavía es temprano.
—No, no —rogamos, —queremos una iglesia, un cura, un lugar donde celebren una misa católica.
(Y uníamos nuestras manos en un gesto piadoso, y mirábamos al cielo poniendo los ojos en blanco.)
—Ah, ya, —contestó la señora, más despierta, —aquí a la vuelta hay una misa de monjas, pero casi siempre está cerrada.
—Vale, pues muchas gracias, eh —nos despedíamos. Y todavía pudimos oír como la niña recriminaba a sus padres:
—Yo les había entendido desde el principio.

Eso fue textual, y tengo como testigo a Leonor Blázquez que no me dejará (como no me deja nunca) mentir. Y eso mismo le iba contando yo a Aquilino, sacando las conclusiones que ustedes pueden imaginar entre dos digamos conservadores de excursión: que si España estaba irreconocible, que qué había hecho la televisión con la buena gente del campo, etc.

Las reflexiones las hacía yo. Aquilino las oía como quien oye llover, concentrado en las curvas de la carretera, interrumpiéndome de vez en cuando para recordar algo de su niñez: “Mira, en la alberca de aquel cortijo me bañaba yo de niño. Todavía, entonces, no había visto el mar…” Así íbamos hasta que paramos a interesarnos por el horario de misas en un pueblo de por allí, en la Sierra de Aracena.
—Disculpe, buen hombre, ¿sabe usted dónde podríamos encontrar una misa?
—Eso, tan moderno, aquí, no. Pero unas gambas al ajillo buenísimas pueden tomárselas en el bar de la esquina…
—Jo, Aquilino, que éste también ha entendido una “pizza”.
Y Aquilino, que apenas había reaccionado a mi historia, no daba (ahora) crédito a sus ojos:
—¡Pero qué barbaridad cómo está España, verdaderamente no la reconoce ni la madre que la parió, como dijo el otro! ¡Qué barbaridad! ¡Gambas al ajillo!

12 comentarios:

JuanMa dijo...

Humildemente, creo que deberían haber preguntado dónde escuchar misa o dónde está la iglesia y a qué hora es la misa, en lugar de dónde encontrar una misa.
Sé que es lo mismo, pero es más fácil de entender. De todos modos, estoy de acuerdo en la tesis de la entrada: no sé qué o no sé quién se está empleando a fondo para descristianizar España. Pronto -¡ya!- no se entenderá el arte de las iglesias y museos, llenos de referencias a la Historia Sagrada y a los santos, y no sé en qué convertiremos -o hemos convertido- las procesiones y demás actos litúrgicos, quizás en actos de interés cultural o de "expresión de la sensibilidad popular", como algún político dijo.

batiscafo dijo...

Dios habla por boca de los niños y de los que se hacen como ellos. El niño entendió y estoy segura de que(incluso sin saberlo) el último paisano también entendió. Por eso pudo contestar con semejante altura teológica: "Eso tan moderno, aquí no".

Fernando dijo...

Querido Enrique:

Tal como van las cosas, nunca viajes los domingos sin haber consultado antes www.misas.org.

Juan Ignacio dijo...

Ah, no, Fernando, con ese consejo lo único que lograrás es privarnos de estas entradas comiquísimas...

Rafael G. Organvídez dijo...

Comprendo tu zufrimiento. Pero te lo mereces por querer escuchar misa en un país laico. A ver si aprendes a respetar el espacio público y no vas por los pueblos haciendo proselitismo.

Adaldrida dijo...

La cosa no es pa reír., pero cómo me he reído...

CB dijo...

Os entendieron todos todos, pero no se lo acababan de creer.
La gente asocia las cosas de iglesia con otro perfil: señores mayores, doñas rogelias de negro y así.
Os vieron jóvenes, guapos y marchosos y pensaron que no podía ser lo que sus oídos oían. Y, en la duda, mejor no hacer el ridículo mandándoos a misa.
Eso es lo más penoso, que a la gente le dé corte quedar de paleta diciéndole a un extraño que la misa es a las 12.30 dos calles más arriba.

Belén Núñez dijo...

Es para partirse de risa. !Estupendo!

AFD dijo...

Pues a mí me gustaría reír, como Rocío... Pero como aún no lo creo, me aguanto hasta que Leonor confirme el cuento.

Por lo pronto, más que la laicidad absoluta de la pareja, me preocupa su sentido del oído... O tu dicción.

Un abrazo

Alfredo

E. G-Máiquez dijo...

Muchas gracias a todos, incluso al dudoso Alfredo. De hecho, ese es el problema de esta historia: la verosimilitud, que según Aristóteles es más importante que la veracidad en literatura. Y qué le voy a hacer, aunque inverosímil, pasó. (Ya te lo certificará Leonor.)

Ángel Ruiz dijo...

A mí también me parecía poco verosímil el sucedido, pero te creo si me dices que es verdad; pero no seré yo quien me ponga a dudar de la verdad de los sucedidos.

E. G-Máiquez dijo...

Gracias por la confianza, Ángel. Curiosamente, la inverosimilitud puede ser una prueba de la veracidad, porque las mentiras necesitan ser creíbles. Por eso, la duda evangélica de Borges que ayer nos recordaba Navascués.