viernes, 28 de mayo de 2010

El parto

Algunos opinan que eso de que los progenitores A entremos a los partos es una moda moderna más, otra parida paritaria, un gol que el progresismo nos ha colado para acabar con el romanticismo matrimonial. Yo no creo que el origen de esta costumbre sea ideológico, sino médico. Antes del uso generalizado de la anestesia, las mujeres, con los dolores del parto, daban en insultar furiosamente a sus maridos, según se cuenta. Los consideraban los directos responsables de su situación, y los únicos, lo cual era ya más discutible. Prudentemente, los hombres se salían (por la tangente) a fumar a la calle, esperando el feliz desenlace fuera del alcance de los dardos dialécticos de la parienta parturienta. La epidural lo cambia todo, y el marido puede entrar sin grave riesgo para su dignidad. Distinto es que deba hacerlo.

Mi corta experiencia —un solo parto— es suficiente para tener claro que no es bonito, y propagar lo contrario es publicidad engañosa. A pesar de la epidural, tu mujer las pasa canutas, y uno no puede hacer más que dar una manita cuando quisiera echar una mano. Luego, está la fuerza con la que tira el médico del bebé con una ventosa. Hay una mezcla de delicadeza y de violencia, ambas extremas, que sería muy curiosa de observar si la cabecita donde se concentra esa paradoja no fuese la de tu hija. Las imágenes se amontonan, de todo tamaño y dignidad, desde el paso del Mar Rojo hasta el descorche enconado de una botella de un vino muy valioso.

Cuando la criatura, por fin, sale entera, le dan una vuelta de campana agarrándola por los pies, cortan el cordón con una tijera inmensa, y se la pasan a un pediatra que le pega un golpe que si llega soltarlo un profesor de instituto a un adolescente lo meten en la cárcel, por lo menos. En ese instante, todo el equipo médico te mira, esperando que sueltes unas lagrimillas de emoción, y tú bastante tienes con no soltar exabruptos y maldiciones gitanas. Se sale del paritorio tambaleándose, con el corazón en un puño, pensando que mejor hubiese estado uno en la sala de espera, desgranando rosarios, y esperando a ver llegar a una niña sana y salva y a una madre desfallecida, pálida y dichosa.

¿Quiere decir esto que estoy en contra de entrar? En absoluto. Si a la madre incomprensiblemente le consuela la presencia impotente del pasmado padre, hay que hacerlo y aguantar como un hombre. Por duro que sea, no tiene comparación con lo de ella, que lo lleva de maravilla. La paridad en el paritorio es imposible; y uno debe estar a lo que mande la que manda.

13 comentarios:

Mora Fandos dijo...

¿Partes de que el parto es impar entre las partes? Lo parece. Un aprazo.

Jesús dijo...

Muy bueno esto, y todo, Enrique. Aunque casi siempre mudo, aquí estoy, todos los días, leyéndote y disfrutando.
Un abrazo.

Ángel Ruiz dijo...

Es un art'iculo lleno de m'usica (y con acentos). Y muy verdadero.

Anónimo dijo...

Modernismos contraproducentes muchas veces. Yo no he querido nunca que estuviera él.
Con la segunda lo empujaron a entrar (casi literalmente) y todavía le tiemblan las piernas creo yo.... La que tiene que estar es una…Yo es que soy muy tradicional. A mi me hubiera gustado como mis abuelas, Una tuvo 9 hijos y la otra 15 : en casa, sin epidurales ni anestesias, sin médico y sin marido por medio !!!
La semi.

Anónimo dijo...

Es muy meritorio mantener la sonrisa del lector en el relato de un acontecimiento tan asombroso. Sobre si el padre debe o no asistir a él, habrá que atender al criterio de autoridad que preside toda la institución matrimonial: “lo que diga mi mujer”.
Jilguero.

E. G-Máiquez dijo...

Muchas gracias. Tras el paso del Mar Rojo mañana toca entrada en la Tierra Prometida. Es el bautismo. Acordaos.

LFU dijo...

Me has hecho reir, muchas gracias y que Dios bendiga a Carmen. Intenta no llorar mañana. Yo no pude

Mariana dijo...

A mi personalmente, que voy por dos partos sin anestesias, la presencia de mi esposo es contenedora y consoladora. Indispensable para mi en es momento que compartamos amorosamente el momento del nacimiento, así como compartimos del mismo modo la concepción de los frutos de nuestra unión. Pero bueno, no a todos se les da igual...

Anónimo dijo...

Tras el paso del Mar Rojo, el río JOrdán. Y allí vamos AHORA, como los reyes magos de tierras lejanas, a disfrutar del santo y emocionante evento. jgm

Adaldrida dijo...

"la tierra entera gime con dolores de parto"... Debe ser dantesco. Yo siempre he tenido miedo al parto, la verdad.

Simeón dijo...

No sé si era Capmany o Antonio Garmendia, o uno de esos, decía con mucha autoridad, para dejar claro quien llevaba los pantalones: "En mi casa sólo se hace lo que yo obedezco".

Miriam dijo...

Cuando llega a mis oidos esa "instrucción/orden" tan habitual de los padres que se repite constantemente a los peques de lavarse las manos, recuerdo lo importante que fue en su día, para conservar la vida de muchas mamas, el descubrimiento de lo esencial que es acudir con las manos limpias a los partos (al menos lavárselas cuando se pasa de una pciente a otra)

http://es.wikipedia.org/wiki/Ignacio_Felipe_Semmelweis

Dolores dijo...

Aunque unos añitos más tarde, leo esta entrada. Me ha recordado a lo que mi madre me contó por primera vez en mi último cumpleaños: ¡cómo lloraba tu padre! Y dijo: Salió entera! A lo que ella contestó: No, si te parece sale a trozos y la montamos. Veo que mi padre no es el único en captar ese detalle "tan" importante.