domingo, 23 de mayo de 2010

Un contraste brutal

No recuerdo quién (y me gustaría saberlo) afirmó que un buen poema es aquel que puede recitarse en presencia de un moribundo. Puede hablar de cualquier cosa, ser alegre, por supuesto, o divagatorio, pero en todo caso ha de ser digno de ser oído en en la habitación de un enfermo. Tras lo de Susana, he visto claro que las clases deben ser igual, traten de lo que traten.

La vida es demasiado frágil para ser frívola.

8 comentarios:

María dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan Antonio González Romano dijo...

Precioso homenaje. Como profesor, he tenido ya que asistir, lamentablemente, a la muerte de algunos de mis alumnos, y es algo muy doloroso. Tus palabras bien sirven de pequeño consuelo, tan difícil en momentos así. Descanse en paz.

José María JURADO dijo...

Jo, qué duro.
La muerte no es el final, qué sincero y bueno tu artículo.

JuanMa dijo...

También yo lo he vivido: en un frío carnaval, en el coche del noviete, dentro de la cochera con el motor puesto para tener encendida la calefacción...
Y luego me toca explicarle a sus compañeros (incluso a su hermana) el efecto del monóxido de carbono.

Me quedo con:
...nunca es tarde.
...siempre es todavía,...
...haber sido es una maravilla que nada puede borrar.

E. G-Máiquez dijo...

Muchísimas gracias por vuestros comentarios y por vuestras condolencias. Abrazo grande.

Anónimo dijo...

Ya lo escribí antes, pero veo que no lo publicas, Enrique, no sé porqué.
Lo que citas del moribundo es del poeta José Mateos

E. G-Máiquez dijo...

No lo publiqué porque no llegó aquí: hay comentarios, anónimo, que se pierden o se escapan por la red. Pero te agradezco muchísimo tu insistencia. Tenía muchísimo interés en recordar al autor de esa idea, tan atinada. Como en el cuento de Poe, lo tenía enfrente.

Anónimo dijo...

gracias a ti, enrique. Quería hacer justicia al maestro invisible.
pilar