domingo, 13 de junio de 2010

Memoria huérfana

CUANDO murió mi madre, sentí que me dejaban mi memoria entre las manos, que todo mi pasado dependía ya de mí. Yo, que hasta entonces me había centrado en celebrar, entusiasta, que el presente es un regalo, me encontré de pronto en la tesitura de tener que escribir elegías. La otra noche hice una sobre la casa de mi abuela paterna. Tengo serias dudas de que valga como poema. Aunque suene a paradoja, me falta experiencia en el trato con el pasado.

En cambio

5 comentarios:

Mora Fandos dijo...

Qué gran verdad, la de la precariedad de la memoria, y en ese sentido, de la identidad. Pero Alguien lleva la cuenta, las historias. Para ser plenamente necesitamos introducir la historia personal en otra más grande.

Mora Fandos dijo...

Por cierto, hoy es el obituario de Chesterton, un buen motivo para hacer memoria.

Cristina Brackelmanns dijo...

Era hermosísima esa casa del pan. Y los niños horneando por la noche para salvar la empresa, como de cuento de Dickens (aunque los niños de Dickens nunca se habrían zampado el bollo).
Quería volver a leerlo, pero no sé que ha pasado que el enlace se ha quedado huérfano y en vez de la panadería de tu abuela, sale Ikea.
Tengo un serio convencimiento de que esa "elegía", por el modo de asomar en el artículo perdido, es un poemazo.

Verónica dijo...

Châpeau, Enrique! Cuánta razón tienes, y cuánta belleza en tus palabras. Lo peor que nos puede pasar, con esto de la crisis, es que erremos el tiro, pensando que los enemigos a nuestro progreso y bienestar son "los otros". El enemigo de España no es Zapatero, sino nosotros mismos. Pero estamos a tiempo, si arrimamos el hombro, apretamos los dientes y miramos "p'alante" con mucho optimismo. Así lo hizo Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, y se levantaron de sus cenizas.

E. G-Máiquez dijo...

Gracias, CB. Tus altas expectativas sobre el poema, que me honran y te agradezco, me han servido para descartarlo definitivamente. Cuánto tiempo me has ahorrado. Muchísimas gracias, de nuevo.

Están las cosas, Verónica, que el ejemplo de Alemania no peca de demeasiada exageración. Gracias.