Mientras pensaba a la vez en cuatro o cinco problemas económicos, como el que hace malabares con varios mazos —unos más gordos y otros más livianos— que giran en el aire a un tris de golpearme la cabeza, caí en otra genialidad más de Jesús. Detecta perfectamente que el único señor capaz de hacerle frente a Dios es el dinero. Insiste lo suyo. Y más aún me llama la atención que Él no la llame sobre los falsos dioses o sobre el esplendor del César, al que prácticamente ningunea, con lo que tendría que ser el César entonces. Pero al César le da una moneda, precisamente, y poco más. En estos tiempos, en que se ve todos los días el poder del dinero sobre el poder, no podemos dejar de sonreír, admirados, ante la visión preclara de Jesús.
Sólo señala otro rival de parecida envergadura que el dinero: la vanidad intelectual y la soberbia religiosa de los escribas y fariseos. Ante eso, ya no sonrío tanto, cuidado.
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