martes, 19 de abril de 2016

Hedonismo virtuoso


A pesar de todos los santos consejos de amigos, conocidos y saludados de que aprovechase el silencio para crecer en vida interior, como un cartujo, yo desconfiaba, adiestrado en la contemplación en medio del mundo. El silencio absoluto como herramienta espiritual me era ajeno. Tras estos meses, he de reconocer que estaba equivocado. El silencio para la oración se puede conseguir ipso facto en el momento de ponerte a rezar, pero el silencio vital, mantenido, sí sirve. Para algo inesperado. Para perdonar del todo a los que alguna vez te ofendieron (que no te habías dado cuenta tampoco de la herida abierta). Quizá su gran virtualidad para la virtud sea refleja: como perdonamos por fin a quien nos ofendió, podemos aspirar a ser perdonados del todo. ¿Y por qué funciona tan bien para perdonar? Porque el silencio es delicioso y placentero y todo es poco; y el rencor es un ruido. Un ruido insoportable.


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