Carmen ha cogido en clase el tic preadolescente de decir "Me aburro". Yo me espanto. Recuerdo el recuerdo de la infancia de mi admirado y querido Max Jacob: "'Mamá, me aburro' . 'Hijo mío, sólo los idiotas se aburren'". Pero me parece una terapia de choque demasiado frontal para mi niña. Y le recito el poema de Javier Almuzara:
Mirando las nubes
el hombre se asombra
y el burro se aburre.
Le encanta. Dice, entusiasmada: "El burro rima con aburre". Yo prefiero dejar las diferencias entre rima y aliteración para otro día, aunque Carmen me recuerda que ambas tienen el mismo efecto efervescente.
Tanto le convence el poema que se lo toma en su máxima literalidad y se pasa el camino entero hablándome de las nubes con fervor: "aquella es gris, mira qué baja esa otro, y cómo sube la de atrás..."
Lo único que espero es que el lunes no lleve el asunto del aburrimiento a las urnas de su colegio (electoral).
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