sábado, 3 de septiembre de 2016

Autoridad


A la mínima oportunidad insisto que la autoridad del autor, como su propio nombre indica, es un requisito esencial. El lector tiene que creer que todo lo hace por alguna razón poderosa y, por tanto, ha de preguntarse por qué hasta ante una falta de ortografía, no digamos ya de sintaxis. Mucho placer estético y mucha comprensión literaria dependen de esa confianza ciega y escrutadora.

Y he visto un buen ejemplo en la simple urbanidad. Ahora, la lucha con los niños es que no se levanten de la mesa mientras cenamos. De pronto, Leonor, sin decir nada a nadie, echa vigorosamente su silla atrás y se levanta presta y sale muy seria. Carmen, divertida, creyendo que la ha cogido en un renuncio, va a afearle a voz en grito la acción, pero yo la callo de inmediato. Seguro que su madre tiene una razón para levantarse tan escopetada y es de mejor educación no preguntársela.

Veo en los ojos de mis hijos que están ante un problema complejo; pero esperan una explicación convincente de mi cambio radical de criterio, y lo intento. Qué pena no poder ponerles a ellos el ejemplo de la literatura. 


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