La baronesa Blixen o Isak Dinesen, que fue su seudónimo, está estupenda en las entrevistas que se reunen en Ser fiel a la historia (Confluencias, 2013).
[Acerca del amor de los jóvenes por la velocidad de los coches] No
obstante, cada vez que me acuerdo de cuando montaba a caballo siento que se ha
perdido algo de incalculable valor.
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Es posible que nos encontremos ante el fin de algo, de una
forma de civilización.
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[Su vida, que no salió en absoluto según sus planes] Esto
demuestra que la imaginación de Dios es mejor y más refinada que la nuestra.
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Vivir allí [en Kenia, en su plantación] era, creo yo, como en la Inglaterra del siglo
XVIII.
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Divertía a mi gente a través de la rima; no la conocían,
todavía no la habían descubierto. Les decía cosas del estilo de “Wakamba nakula mamba” (La tribu Wakamba come serpientes), que en prosa los hubiera
enfurecido, pero que en versos con rima les divertía enormemente. Y me decían: “Por
favor, Mem-Sahib, hable como la lluvia”.
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En ninguna historia se puede avanzar sin haber analizado
antes las cuestiones supuestamente simples.
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[La explicación de su seudónimo. Dinesen es su apellido de soltera] El nombre “Isak” significa “El que ríe”.
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Tengo tres mil años y he cenado con Sócrates.
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El núcleo de mis obras no lo constituye la idea sino el
desarrollo de la trama; es algo que se puede narrar, por ejemplo, Alí Babá y los cuarenta ladrones, a
diferencia de Ana Karenina, que no se
puede narrar.
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Reescribo compulsivamente. ¡Es un infierno! Una y otra vez.
Y luego, cuando creo haber terminado y Clara prepara las copias para
enviarlas a la editorial, los vuelvo a leer, me da un síncope y los reescribo
una vez más.
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Sería terrible si pudiera explicar cualquiera de mis cuentos
mejor de lo que se expresa en el propio cuento.
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Mi mayor constante en esta vida ha sido la alegría de vivir,
creo. Tenía buena vista, buen oído, buenas piernas y cualquier cosa me hacía
feliz: levantarme, bailar, viajar. Pero también he tenido grandes penas…
*
Hemos tenido que pagar un alto precio por la emancipación de
la mujer.
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Una sociedad en la que hombres y mujeres fuesen idénticos me
parecería tremendamente triste y estéril.
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[¿Qué aconsejaría a los jóvenes?] Ante todo, deben ser
valientes. Sin valentía no hay forma de vivir. Y si me volviesen a preguntar,
añadiría que es imprescindible poseer el don de amar y un buen sentido del
humor.
* * *
[Cita su cuento “La página en blanco”] Cuando el narrador es
fiel, eterna e inquebrantablemente fiel a la historia, al final es el silencio
el que habla. Cuando la historia ha sido traicionada, el silencio no es más que
vacío. Pero nosotros, los fieles, cuando hemos dicho nuestra última palabra
oímos la voz del silencio.
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