sábado, 22 de julio de 2006

Happy New Ear

Dentro de nada saldré a la calle con un baciyelmo, porque lo que leo me empuja a lo que hago cada vez con más fuerza. Ayer fui a un concierto de jazz, en buena parte con la idea de escribir algo tan profundo como Mora-Fandos, o unas notas ramonianas a lo Rodríguez Morales o, con suerte, esas cosas tan bonitas que escribe Arp en Compostela, o tan entusiastas como Beades.

Pero no. Del concierto de Atomic se podría decir aquello de Bernard Shaw sobre un libro que tenía mucho de original y de bueno, pero lo bueno no era original y lo original no era bueno. El título de su disco más famoso: Happy New Ear!, permite el mismo juego: lo que era happy no era new y lo que era new era very unhappy.

El ear lo pusimos nosotros, y es bastante ignorante. Con el atrevimiento que da eso, pienso que mientras que tocaban melodías con anclaje en la tradición, reconocibles incluso por mí, la cosa funcionaba y había belleza. Entonces, como avergonzados, se sentían en la obligación de ser ellos mismos y destrozaban el ritmo. Estridían (sic) tanto los sonidos que parecía que estaban sacrificando un gato en el altar de la Originalidad para que les perdonase sus inconscientes recaídas en la música auténtica.

Pronto la emoción pasó del escenario a los asientos. Como mandan los cánones de la actual elegancia (new but no happy), las parejas nos habíamos sentado separadas. Yo caí en medio de un matrimonio amigo: amigo mío, porque entre ellos ayer no reinaba la armonía. Él se trajo puesto el entusiasmo jazzístico desde su casa: y antes de empezar ya estaba aplaudiendo (¡!), silbando (¡¡!!) y gritando: “yeah!” (¡¡¡!!!). Ella también se trajo la pereza puesta, y enseguida empezó a protestar con frenesí sólo igualado por el gato del de la trompeta: “¿Cuándo acaba esto?, -Ya está bien, -Vale”… Y, de pronto, le decía al marido: “Esta noche, cada vez que lloren los niños, te levantas tú, ya que te gustan tanto los berridos”.

Ahora que lo pienso, podría haber sentido -al menos por una vez en la vida- el selecto placer del centrismo, pues estaba en medio y, además, mi juicio crítico era ponderado y de consenso. Me impidió ese gusto un mozo con una camiseta de mangas recortadas para mostrar los músculos, sentado justo detrás, que estaba visible y audible y crecientemente molesto con los comentarios de mis amigos.

Cuando el concierto terminó, me fui --siguiendo la querencia-- al extremo, donde estaba Leonor. Me recibió con una sonrisa porque había pasado la medianoche y hoy es nuestro aniversario (6 bravos años 6). Happy new year, me dijo al oído.

16 comentarios:

Carlos RM dijo...

Feliz aniversario. ¡Seis años, seis! Y enhorabuena también por esta incursión en el sub-género post-conciertos. Ya te lo he dicho, me gusta especialmente cuando escribes engarzando vivencias, reflexiones y referencias (siempre jugosas). Genial lo del selecto placer del centrismo.

Ángel Ruiz dijo...

El jazz tiene la grandeza de ser capaz de lo mejor y de lo peor. Como toda música (y como todo arte) sufre mucho cuando se cae en el ombliguismo: músicos 'virtuosos', arte 'sólo para enterados', 'la masa no me comprende'. A mí me molestan especialmente los guitarreros que se deleitan en su virtuosismo, pero es verdad que el jazz puede llegar a ser una pesadilla.

Y felicidades por el aniversario.

Juan Ignacio dijo...

¡Feliz aniversario, Enrique!

¡Justo los que estaban peleados no habían seguido la moda de sentarse separados!

A propósito, ¡qué moda tan incomoda!

Saludos.

E. G-Máiquez dijo...

Gracias por las felicitaciones, que son justas.

Lo del placer del centrismo es algo que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a tener otra oportunidad como ésa de gozarlo, ay.

Y la moda es muy tonta, cierto. Y peor que en un concierto, en una cena. El colmo fue que en una boda nos sentaron en mesas distintas. La teoría es que como los matrimonios están juntos todo el día, así pueden aprovechar para hablar con otros. Mala teoría, porque a mí me interesa, sobre todo, lo que diga mi mujer, ese misterio inacabable.

Inma dijo...

¡Qué graciosa tu ocurrencia quijotesca de salir a la calle con el bayicelmo!Más de una vez yo también he pensado algo así.
En lo que respecta al concierto de jazz, opino como Arp, hay veces que los artistas se pasan con el "ombliguismo", pero lo bueno es que hasta de una situación ligeramente incómoda, le encuentras no sólo la gracia sino también la reflexión humana y la emoción poética. Sonrío imaginando al matrimonio enfadado y en tu excepcional centrismo; y me emociona tu evocación del "Happy New Year" susurrado por Leonor al final de la (baciyelma) velada.
Muchas Felicidades a los dos, por los 6 bravos años 6.

del porvenir dijo...

Me alegro de haber descubierto tu blog Enrique. No te conozco personalmente, aunque sí al E.G-Máiquez que te precede, por su amistad con el V.Flores que me precede a mí.
Te he leído ocasionalmente en la prensa, y siempre me ha causado una grata impresión, ahora confío en hacerlo habitualmente aquí.
Un cordial saludo y aprovecho para invitarte a pasar por mi modesto blog www.elporvenirdesevilla.blogspot.com
V. Flores Alés

Carlos RM dijo...

He estado pensando en el selecto placer del centrismo, y si es lo que yo con frecuencia siento debo precisar que es más mortificación que gozo. No saber a dónde mirar cuando desde diestro y siniestro se solicita nuestra aprobación, sentirse en medio de dos que no se entienden y tampoco entenderlos, acudir a las urnas con un triste sobrecito vacío (con lo que se nota, sobre todo al [no] votar senadores)... qué quieres que te diga.

Enrique Baltanás dijo...

Un aforismo mío dice: "Mujer, con M de misterio".
Pues eso, que sea inacabable.

Anónimo dijo...

"Una mezcla astuta de ruido y silencio" si bien recuerdo unos versos de Haz de luz. Con un saludo portugues - de una isla.

Carlos B.

Juan Ignacio dijo...

Lo que diga de vos...

(Es en broma, sólo que no uso "smileys").

Jesús Beades dijo...

Ejemplo de guitarrista virtuosísimo y popular es el gran Django Reinhardt. O, salvando las distancias, George Benson. Tiene razón Arp.

Defiendo la costumbre de sentarse separados, y aclaro que no es una moda. Es influjo del protocolo, que así lo dispone en las cenas de gala, y en reuniones sociales de copete. Y es lógico: con tu mujer cenas a menudo, y hay que "alternar", es decir, entablar conversación con otras personas. Me disgustan esas parejas que se sientan juntas en todas partes, aún habiendo más gente con la que charlar, que se cierran sobre sí mismas, como a la defensiva. En las que ella ve mal que la deje "sola" un rato, o viceversa, como si no pudieran estar "desconectados" ni un momento. Qué agobio. Mi novia y yo cenamos una vez con unos amigos suyos que ingerían los alimentos sin dejar de estar cogidos de la mano, ¡y ninguno de ellos era zurdo!

Tras escribir esto, leo el comentario de Enrique. Qué cosas. En la variedad está el susto.

Felicidades, LeonoryEnrique, por seis años seis. En mis actuales circunstancias, es un aliento saber que se puede durar ese tiempo de casados.

Bukowski dijo...

Salvemos las distancias con George Benson, salvémoslas. Que George Benson son palabras mayores.

Otro virtuoso al que a ratos se le va -esta vez no de la guitarra, sino del bajo, Beades- es Victor Wooten. Pero qué genio, igualmente.

E. G-Máiquez dijo...

Tiene razón Beades en que lo de sentarse separados es una imitación del protocolo; aunque también marca el protocolo que todos comamos lo mismo, y sin embargo cada uno pide lo que le apetece...

La clave del asunto, tiene razón Beades, es que hay gente muy maleducada que se "vuelca" con su pareja y pasa del resto.

Parece que voy a tener de nuevo el selecto papel de ser centrista, porque creo que si con buena educación y cierto interés por el prójimo se consigue una sola conversación en la mesa o en la reunión, no hay por qué separar a los matrimonios.

Anónimo dijo...

Congratulations!!! 6 años, como pasa el tiempo. A mí entender, lo más bonito de una boda suele ser la felicidad que transmiten los novios, y en este sentido, vuestra boda es una de las más bonitas a las que yo haya asistido nunca.

Un saludo desde la tierra de los huracanes.

E. G-Máiquez dijo...

El mérito de nuestra boda fue de los invitados, Luis,sobre todo uno de la tierra de los huracanes, que no paró...

Anónimo dijo...

Unos producís felicidad y otros la amplificamos. Y ahora que no nos oye naide puedo decir orgullosamente que fuí el último en marcharme.