(Mas no penséis, dulces amigos, que la cálida carta me incapacitará para emitir un juicio templado sobre el poemario de marras. No hace falta que me recuséis. Mi aterida vanidad ha ojeado las dedicatorias de los poemas y, aunque hasta el potito tiene la suya, yo no. Pesados en la balanza , el amable envío y el ninguneo dedicatorial se equilibran; así que ahora mismo me quito la venda de los ojos para entrar con la espada de la justicia en Música para sueños. Y ya os contaré si la buena opinión en que la tenía por las muestras es capaz de mantenerse.)Querido amigo:
Ahí te va un ejemplar, calentito (y eso al menos, en estos días, será de agradecer) de mi Música, de la que ya te había alcanzado, Dios nos perdone, alguna que otra nota. Ahora que el invento comparece completo, tú verás si la buena opinión en que la tenías por las muestras es capaz de mantenerse; si así no fuera, no deberás cargar la culpa a su autor, que se esforzó cuanto pudo porque ella fuera al menos tolerable, sino a los malos siniestros y peores compañías que ella por su cuenta haya podido adquirir; que ya se sabe que los hijos acaban siendo bastante más suyos que nuestros, cosa que sin duda ni se podrá evitar, ni al fin convendrá que se evite. En todo caso, feliz lectura; si no por lo que ella valga, al menos por lo que tiene de señal de vida que aún da este lejano amigo, tan poco pródigo en ellas.
Un fuerte abrazo,
jueves, 8 de febrero de 2007
Cervantino Cereijo
El blogg no me retrata bien porque sólo salgo yo —si exceptuamos a mi suegra, que a veces aparece como estrella invitada. La vida de uno es, más que nada, los otros; y cuando no los saca, por pudor y respeto, está distorsionando su retrato con un exceso de enfoque. La reflexión es general, pero la traigo pensando particularmente en la carta con que José Cereijo acompaña el envío de Música para sueños, su último poemario. La carta tiene un tono cervantino tan delicioso que esta vez no me resisto a la indiscreción.
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4 comentarios:
se mantendrá, Enrique, pues yo casi lo escuché entero ayer, y su eco aun resuena en mis oídos dulce como el sueño.
Te diré que yo también miré lo de las dedicatorias: vanitatis familiaris sum.
"Algunas cosillas tenía que preguntar que me escrupulan, mas, por ser cosas de importancia no mucha, me parece las disimular..." dice don Gabriel en la Poética del Pinciano.
Se lo cuento, en primer lugar, porque veo que le gusta el lenguaje de la época, y en segundo, porque me escrupula la cosilla de que no haya recibido las gracias por los libros, que es que no acabo de aclararme con la ventanita. Hay veces en las que el texto desaparece tras darle a "publicar" y otras en las que se queda.
Y, por otra parte, claro, ¿cómo puedo saber si le ha llegado, cuando encabezo "personal"? Intento ver entre líneas en su entrada de hoy, y me parece que me incluye en lo de la reflexión general y que sí que le ha llegado, pero leo el subrayado final sobre la buena opinión y si será capaz de mantenerse, y me asusto: mira que si después de la lata que le he dado y las molestias que se ha tomado -¡y con esas dedicatorias tan bonitas y cariñosas!- resulta que las gracias no le llegan nunca... Escrupuladísima me veo, y sí que me parece cosa de importancia mucha.
Está claro que esto pasa por mala educación bloggera y que no se deben hacer apartes cuando se está en grupo. Tiene usted razón. Además es que estaría encantada de decirle que menudo alegrón a los cuatro vientos. No sé por qué le escribí a lo privée, quizá por darle las gracias de nombre entero.
En fin, que, por si acaso no llegaron, gracias de todo corazón y un fuerte abrazo.
Al menos la carta que te dedica es bonita.
¡Qué guasa detecto, ¿o no?, en ese al menos y en ese que te dedica! :) Y sí que es bonita la carta, al menos.
No te me escrupules, Cristina B., que me encantaron tus gracias, tan dulces. Si cervantino Cereijo, tú Dulcinea. Nunca fue caballero de envíos de libros tan bien pagado.
Y ahora me voy a la entrada de ayer a arremeter contra los molinos de viento...
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