Cuando todo era más serio, el Carnaval pudo ser revolucionario; hoy es redundante. Con terroristas disfrazados de hombres de paz, víctimas denunciadas por apología del terrorismo, estatutos múltiples, travestismos varios y algaradas sistemáticas, para qué más desorden, y dónde, y cómo. A Calderón de la Barca lo de El Gran Teatro del Mundo se le habría quedado chico. El mundo es carnaval, habría escrito ahora.
Las fiestas propiamente carnavalescas, en consecuencia, pierden mucho: se les mustia el encanto trasgresor y su justificación última como válvula de escape social. Al arte moderno, por cierto, le pasa algo similar. Los más disipados de nuestros jóvenes (que no son todos ni todos tan jóvenes) no necesitan de una ocasión anual para empinar el codo en masivos botellones consuetudinarios. Tampoco para salir disfrazados, apuntaría un observador malicioso. Como la penitencia cuaresmal no tiene ya presencia pública, despedirse en la calle de los vicios se vacía de sentido. Muchos ignoran qué es la abstinencia, o la relacionan con un síndrome, y la palabra “ayuno” les trae a la memoria a De Juana Chaos. Para no ser menos, nuestros políticos entonan muy graves discursos que, analizados con atención, son tan desternillantes (por no llorar) como las más desvergonzadas letras de las chirigotas.
Ante las imágenes de los distintos carnavales (tan iguales todos, con los mismos disfraces siempre), se ve claro que hoy —si festivo es lo que rompe la rutina— nada sería más original y sorprendente que una buena Cuaresma.
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7 comentarios:
Estoy de acuerdo contigo, muy certero eso de que a las fiestas se les mustia el encanto trasgresor. En un pueblo de esta Isla, hace unos años, se celebró el carnaval ¡el Domingo de Pasión!
El video sobre Arco llega a producir vergüenza ajena. Cómo diría mi madre, ¡qué oportunidad perdida para quedarse callados!
Muy buen artículo Enrique, ese Cuando todo era más serio, el Carnaval pudo ser revolucionario ¡qué bien visto! Seriedad y fiesta son co-principios, si se pierde el uno, el otro se va a pique sin remedio.
El vídeo es oportunísimo, pero juega con ventaja: es verdad que los garabatos de los niños son así de sugerentes. En cuanto al arte moderno (o lo que se entiende por tal) ya se sabe que es una estafa. Y, lo peor de todo: una estafa malvada.
Qué estupidez la de disfrazarse cuando todos vamos disfrazados continuamente. Lo que hay que hacer es asumir nuestro disfraz.
Es verdad, ahora todo es carnavalesco.
Lo transgresor, ahora, es quedarse un sábado en casa y, encima, no ver el fútbol.
Muy bueno, muy chestertoniano.(San) Gilberto estará orgulloso de su discípulo.
El carnaval hace tiempo que no tiene ese sentido; se ha reciclado en diversión sin más.
¿Es eso bueno o malo? Pues yo es que creo que la mayoría de las cosas no se miden por ese rasero, son y ya está.
Lo que es una plasta es escuchar a los sociólogos de guardia contarnos lo de la transgresión cada año.
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