Comer solo, uno y su plato, cara a cara, suscita hondas reflexiones. Cuando se hace en un comedor universitario, rodeado de mesas repletas de post-adolescentes que furtivamente condescienden a una mirada conmiserativa, más. Lo propio en estos casos es acordarse de César Vallejo: “He almorzado solo ahora, y no he tenido/ madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua”. Yo me acordé de Alberti. En parte, porque había viajado esa mañana desde El Puerto de Santa María a Madrid y, en parte, porque estaba tomando espaguetis con gambas. De poder, aquellas gambas hubiesen recitado: “¿Por qué me trajiste, padre,/ a la ciudad?/ ¿Por qué me desenterraste/ del mar?/ En sueños, la marejada/ me tira del corazón;/ se lo quisiera llevar”.
En mi familia hubo armadores de pesca hasta mi abuelo, y nos hemos reído siempre un poco de los madrileños que en verano mueren por tomar pescado en El Puerto, cuando el mejor pescado se manda a la capital. Sin embargo, allí, en un ambiente intelectual, entre estudiantes, yo en silencio y muy serio y concentrado, comprendí que los madrileños tienen razón. El pez y los mariscos mesetarios muestran un aire nostálgico, que quita el apetito. A la orillita del mar, te perdonan el bocado, pues eso hacen ellos, el grande al chico, pero tan lejos de sus saladas costumbres, dan una impresión de desamparo que encoge el corazón. “Padre, ¿por qué me trajiste/ acá?”
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9 comentarios:
A mí los versos de Alberti me dejan frío, pero qué emocionantes los de César Vallejo.
Frías, frías estaban las gambas y por eso la canción de Alberti me hizo entrar en calor. Anécdotas aparte, Vallejo se sale, sí.
Hay unos versos de Cernuda que dicen:
Si un marinero es mar,
Rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
No quiero la ciudad hecha de sueños grises;
Quiero solo ir al mar donde me anegue,
Barca sin norte,
Cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.
A lo que no llego es saber quién fue antes, si Alberti o Cernuda.
También en eso el primero fue, querido Manupé, el enorme JRJ, y su muy marítimo Diario de un poeta recién casado.
Disculpa el atrevimiento pero en JRJ veo más una nostalgia de tierra-adentro que una añoranza de la mar.
Por lo que escribe en Monotonía diría incluso que se mareó:
Las horas son de igual medida
que todo el mar y todo el cielo
gris y blanco,seco y duro;
cada una es una mar gris y seco;
y un cielo, y duro y blanco.
Te aseguro que un mareo en la mar es así de "seco y duro".
Claro, cada uno veía lo suyo en el mar, y mejor correr un púdico velo sobre Cernuda. El más salado, por supuesto, es Alberti. A lo que yo me refiero es que el mar entra en la poesía española contemporánea con JRJ y con qué profundidad transatlántica. Vamos, que uno le disculpa (y hasta le envidia) el mareo.
Desde luego..en Madrid no tienen gracia ni las gambas ¬¬
Mucho famoseo y un triste pescado..qué pena.
María José, mujer, no exageres, que los madrileños --gambas aparte-- son encantadores, de verdad.
Lo terrorífico sería comer en un espejo. Mientras haya gambas...
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