lunes, 3 de noviembre de 2008

Al fin

Estoy muy melancólico esta tarde.
"Bueno", me digo, "ya era hora". Ahora
podré escribir suspiros desvaídos
y romper de una vez el ritmo ese
de los endecasílabos peinados
con su rayita en medio, y los acentos
cada cual en su sitio, y la sonrisa.
Estoy tan deprimido por fortuna
que escribiré un lamento casi hueco
como exige la crítica: sin métrica,
urdido de vacío y vaguedades,
desmayado y ruinoso, enrevesado.
Qué maravilla la melancolía,
la desazón, qué dulce, la tristeza,
qué alegría la desesperación
y justo hoy, cuando desesperaba
de hacer poesía postmoderna. Al fin
voy a dejar de celebrarlo todo.

8 comentarios:

Adaldrida dijo...

Sólo celebras la meloncolía. Genial. Y me alegro por ti: ¡buen arranque! A ver si a mí me ocurre lo mismo.

Ángel Ruiz dijo...

A mí -pero yo no soy 'LA CRÍTICA'- me parece un gran poema: irónico, melancólico y celebrativo a la vez. Sería el poema postmoderno perfecto si no fuera una crítica perfecta al poema postmoderno (que por serlo no puede ser perfecto).

Jesús Beades dijo...

Y que un metapoema sea emocionante, es todo un logro.

Juan Antonio González Romano dijo...

Afortunadamente no le hiciste caso a la crítica. Así ganamos todos (hasta ellos, que tendrán algo más que criticar).

E. G-Máiquez dijo...

Con amigos así la melancolía no dura ni dos tardes. Menos mal que aproveché la primera para escribir la cosa. Muchísimas gracias.

Corina Dávalos dijo...

Dudo -y espero- que tú puedas algún día dejar de celebar algo. ¡Muy bonito Enrique! y todo un detalle dejarlo por aquí, que no es tu costumbre. ¡Otro motivo de celebración!

Juan Ignacio dijo...

Bueno, por un lado espero que se te pase, por otro no.
Saludos.

Anónimo dijo...

Una acertada lección de (buena) poesía. Estupendo. Gracias.




Saludos...